¡Pórtate bien!
En la columna del domingo pasado me referí al tema de la profundidad del bien y la banalidad del mal, en medio del apagón ético que vivimos en nuestro país; decía que esta crisis pone de manifiesto, entre otras cosas, el fracaso de la formación de la conciencia ética de los ciudadanos del país, y pone la pregunta acerca de dónde y cómo se está formando la conciencia moral de los chilenos.
Mi acercamiento no es el de un especialista en temas educacionales, sino el de un cristiano y ciudadano preocupado por lo que estamos viviendo. Imagino que en algunos ambientes académicos del país habrá interés y preocupación en este problema de la formación de la conciencia ética, pero -a pesar de las búsquedas- no encontré estudios recientes y relevantes, ni tomas de posición significativas de autoridades educacionales. Lo más claro que escucho es lo que muchas mamás dicen a sus hijos, con diversos énfasis y volumen de voz: ¡pórtate bien!
Mirando los lugares tradicionales de formación de la conciencia moral, la pregunta acerca de dónde se está formando hoy esa conciencia de los chilenos, la preocupación es mayor. ¿Será en las familias? Puede ser en algunas, pero la mayoría de las veces los padres están tan ocupados en sus trabajos y llegan cansados a casa, que delegan esa tarea formativa en el sistema escolar. Otras veces, se sienten sobrepasados por sus hijos, no los entienden y no dialogan con ellos, y los dejan vivir sus vidas, sin más. Otras veces sucede que los padres son los que están afectados por el apagón ético, y no tienen nada que transmitir a sus hijos, más que algunas trucos o pillerías para aprovecharse de otros.
¿Será en el sistema escolar? No parece que sea así, por varias razones. No se percibe una real preocupación por el problema; además, una formación ética basada en la afirmación de derechos sin igual insistencia en los deberes correlativos no llega a ninguna parte. Otra razón es que los desbordes conductuales (¡o delincuenciales!) de los estudiantes anulan toda disciplina formativa. Otra razón es que hay educadores que temen el rechazo o la violencia de sus alumnos (¡y apoderados!) y no se atreven a hacer propuestas valóricas significativas. A veces, puede ser porque hay educadores que son parte del apagón ético.
Entonces, ¿será en las Iglesias? Fueron muy importantes en la formación valórica, pero hoy todas están afectadas por la crisis de credibilidad que han dejado los abusos de poder, sexuales o económicos, cometidos por sacerdotes y pastores evangélicos; además, los jóvenes están bastante ausentes de ellas. En diversas iglesias cristianas hay grupos con normas muy rígidas en la moral de sus miembros, pero acaban siendo ghettos aislados de la sociedad. ¿Será en la masonería? Las logias masónicas en sus diversas actividades buscan la formación moral e intelectual de sus miembros, pero en los diversos casos de corrupción están involucrados muchos miembros de la masonería. ¿Será, entonces, en el sistema judicial? Los problemas que han aparecido últimamente, muestran la fragilidad de su consistencia ética.
En fin, podríamos seguir buscando dónde se forma la conciencia moral de los chilenos y encontraríamos más problemas y dificultades. Es lo que se llama una “crisis sistémica”, eso no significa que sea terminal, sino que requiere ser abordada desde todos los frentes, pues sus causas son múltiples y conexas.
Ante los pesimistas que dicen que el apagón ético no tiene arreglo y se refugian en su metro cuadrado o se suman -calladamente- a la legión de tramposos y corruptos, es preciso tener presente que hay mucha gente buena y honesta, laboriosa y solidaria; esos son la mayoría, pero el bien no hace ruido, porque hace más ruido un árbol que se cae que el bosque que crece silenciosamente. Esa gente buena y honesta es la gran fuente de energía para encender luces en el apagón ético. Ojalá que usted y yo seamos de ese grupo.
Entonces, mientras las diversas instituciones buscan recuperarse de sus propias crisis, al final, quedamos usted y yo, y como ante el apagón ético en nuestra sociedad hay que ir encendiendo luces, la primera y fundamental es usted mismo y yo; cada uno de nosotros buscando la calidad ética de nuestra propia vida, según los criterios más hondos de su propia conciencia, ese lugar donde -para los cristianos- es Dios mismo que dialoga con cada persona.
Sin duda esto no es suficiente, pero es lo primero y fundamental, como dice el proverbio “las palabras convencen, el ejemplo arrastra”. El testimonio de la propia vida es el lenguaje más contundente, como lo expresó el científico Albert Einstein: “dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre otros, es la única manera”.
Seguiremos con el tema en una próxima columna.