Necrológicas

– Olga Patricia Yáñez Vásquez
– Janett Cristina Fariña Mac Donald
– Antonio Eduardo Ruiz Inostroza
– Marta Rosa Figueroa Contreras
– María José Bermejo Pérez
– Ana Celia Douglas Dobson

Lo chileno

Por Jorge Abasolo Lunes 29 de Noviembre del 2021

Compartir esta noticia
78
Visitas

D

efinir el carácter nacional es tan difícil como leer El Mercurio con viento en contra.

Somos una retahíla de ensambles, algo así como una imbricación de dos pueblos a los que se han sumado las características de inmigraciones centenarias como la alemana, inglesa, la de los vascos, árabes y judíos.

Lo chileno es algo difuso y con bastante de amorfo. Todo lo que involucre una definición precisa no cuaja con el chileno, porque…somos harto poco definidos. Ni chicha ni limoná, dice el refrán popular.

Aun así, sobresalen algunas características con relieve propio.

¿Qué más chileno que ofrecer soluciones fáciles a problemas complejos?

Un amigo que vivió mucho tiempo en Europa me cuenta que cuando un chileno te dice “no te preocupís”… es el momento de empezar a preocuparse.

En Chile no hay político que se desgañite hablando de la “oprobiosa desiguadad”, para justificar el vandalismo provocado por el narco estallido social de octubre de hace dos años.

Yo los he visto cuando se trata el tema en el Congreso. Son unas verdaderas fieras vociferando que con sueldos miserables no se puede vivir. Sin embargo, jamás lo he escuchado admitir que las dietas que ellos perciben equivale a quince veces más que el salario mínimo.

Ahí nuestros parlamentarios aplican una de las pocas leyes auténticamente chilenas: la Ley del Embudo.

Nuestra letargia moral hace que cada uno maneje su propia moral relativa, generalmente acomodaticia y apuntando a nuestro interés personal, más que al colectivo. Es la moral del cepillo de dientes: muy personal e intransferible.

Eso de echarle la culpa al otro es una variante de lo ameboso del carácter nacional. En política ni hablar. El Frente Amplio culpa al liberalismo de todos nuestros males, la democracia cristiana señala que no se puede gobernar con el PC, pero olvidan que la colectividad de la hoz y el martillo formó parte alguna vez de la Concertación. La famélica candidatura de Sichel culpa a Kast de su retroceso. El PPD, cuyo mandato tácito es haberse convertido en una agencia de empleos, bien sabemos que se armó con retazos de todos los partidos. Aun así, siempre ha necesitado bencina de octanaje izquierdista para darle fuerza a ese fatigado motor que todavía funciona.

Pese a todo, seguimos siendo un país amistoso. Trate usted de acercarse a un político en campaña y lo comprobará.

Es triste admitirlo, pero tenemos más lacras y defectos que cualidades o destrezas. Metamos la reversa en nuestra historia y concentrémonos por un rato en el obispo Gaspar Villarroel. Este enciclopédico curita nacido en Quito, Ecuador, fue un sacerdote agustino excepcional, y dadas sus virtudes llegó a convertirse en obispo de la capital de nuestro terremoteado Chilito: Santiago.

En una carta escrita el año 1638 (un año después de asumir como obispo) y acezando una multiplicidad de quejas, cuenta de sus aflicciones en nuestras zarandeadas tierras. Escrita en actitud de plegaria, en esa misiva escrita al marqués de Baides le desnuda verdades inconcusas, al borde de un avispero de intrigas, como cuando se refiere a las calumnias, descortesías, hambre, fríos, falta de servicio, malas cobranzas y falta de casa en qué vivir.

En otras palabras, don Gaspar parece que conoció el infierno en vida.

También tuvo palabras poco auspiciosas para los gobernadores y políticos de la época.

¡Y eso que no hacían su aparición ni el Congreso Nacional, ni la Constituyente ni la Lista del Pueblo!

Volviendo a nuestros tiempos, a la luz de lo dicho por el curita ecuatoriano, queda claro que la política es la actividad nacional donde nunca nadie asume sus culpas.

Y bueno, ninguno de los copos de nieve se siente culpable del alud.