Fútbol y recuerdos
Triste final el de nuestra selección mayor de fútbol, hubiéramos querido algo distinto en la despedida de las clasificatorias al Mundial de Qatar. Al menos unos empates ante Brasil y Uruguay, aún quedando fuera de este campeonato, nos habrían atenuado el dolor por lo que no pudo ser. Bien dicen por ahí que “las penas del fútbol se pasan con fútbol” y por ello recordaremos a dos grandes de antaño, de esos tiempos sin auspiciadores, ni estrellas jugando en las grandes ligas de Europa.
“Cuentan los muchachos del Oeste Argentino que tengo más tiro que el gran Bernabé…”. El tango “El sueño del pibe”, de Yiso y Puey retrata la vida de los muchachitos del barrio que soñaban con la gloria personal y el ascenso social a través del fútbol. No es por métrica o rima que este tango cita al “Gran Bernabé” Ferreyra, de River Plate de Buenos Aires (Rufino, Santa Fe, 1909 – Buenos Aires, 1972). Fue grande, su principal característica la violencia con la que le daba a la pelota. Rompía travesaños, atravesaba redes y aturdía arqueros. Se inició en el Club Tigre en 1929 y fue seleccionado argentino; estuvo en River de 1932 a 1938, su época de gloria donde integró una delantera de leyenda con Peucelle, Pedernera, Vaschetto y Moreno (José Manuel Moreno “El Charro”, que jugó en Universidad Católica, según dicen el mayor astro extranjero que en su apogeo haya actuado en Chile). Bernabé, apodado también “La Fiera” o “El Mortero de Rufino” era el espectáculo más allá del equipo o del rival, la gente iba a verlo a él, esperaba el gol de Bernabé desde 25, 30 o 40 metros. Aníbal Trolio “El bandoneón mayor de Buenos Aires” dijo; “No habrá ídolo como Bernabé, puede que haya habido mejores jugadores, pero ídolo como él no habrá, mataba, asesinaba”. Troilo fanático de River, se integraba a las concentraciones del equipo. Lo que hoy se trata de lograr con el psicoanálisis, las técnicas de relajación o el desarrollo personal, lo lograba Troilo con su bandoneón. Ahí entre el ruido de los dados y el rezongo del fuelle surgía la inspiración para el triunfo.
En Chile la década del 30 también aportó un ídolo; Raúl Toro Julio “Toribio” (Copiapó, 1911 – Santiago, 1982). Técnico, fino, hábil con el balón, eludía líneas defensivas completas. Oportuno y pícaro, una amalgama de huaso ladino y roto chileno, características que se alejaban bastante de su personalidad fuera de la cancha; era un tipo tímido y reservado. Los que lo vieron jugar cuentan que, en algunas ocasiones, pellizcaba las asentaderas de los defensas rivales quienes reaccionaban distrayéndose u ofuscándose, “Toribio” entretanto marcaba goles inolvidables. Guillermo “Palito” Candia arquero de antaño y luego cronista de “Clarín” expresa en una entrevista concedida a Patricio Manns: “Toro con tal de anotar era capaz de hacer un gol con la mano, una mano que viera todo el estadio menos el árbitro”. Más allá de lo anecdótico, Toro ha quedado entre los grandes. Venía del Club Bancarios de Concepción y se inició profesionalmente en Santiago Morning, terminando su carrera en Wanderers. Reforzó ocasionalmente a Colo-Colo, equipo en el que en algún momento había sido contratado durando sólo tres meses. Fue seleccionado nacional, consagrándose a nivel del continente como goleador del primer Sudamericano nocturno, el de 1937, jugado en las canchas de River y San Lorenzo en Buenos Aires. Los entendidos coinciden en los años de gloria de “Toribio”, 1937-1938. Entre sus muchas anécdotas se cuenta que, en una oportunidad, un dirigente de River Plate de Buenos Aires llegó hasta Valparaíso con la intención de contratar a Toro para su club. Hubo acuerdo entre el dirigente trasandino, los directivos de Wanderers y el jugador y días después el representante de River, un dirigente de los “Caturros” y Toro abordan el tren en el puerto con destino a la Estación Mapocho en Santiago, para combinar con el ferrocarril que los llevaría a Mendoza y luego Buenos Aires. Como disponían de un lapso antes de la partida de este tren, Toro les señaló a sus acompañantes que iría a estirar las piernas por el sector; fue inútil la espera y la búsqueda que emprendieron los dirigentes tras del jugador, que se perdió entre las calles y vericuetos del Barrio de la Estación; Raúl Toro se quedó para siempre en Chile.
Estos ídolos tenían en común, la modestia, el amor a la camiseta y la posición en que jugaban; centrodelantero (nominalmente hoy es el número nueve). En esa época las camisetas no llevaban número, en Chile al menos, se empezaron a usar en 1950.
Vayan estos recuerdos como bálsamo para nuestra última pena futbolera, pensando como siempre que “para otra vez, será”.
Fuentes:
- Patrico Manns; “Los grandes deportistas”.
- Revista Estadio.
- Revista El Gráfico
- Revista La Maga (Homenaje a Aníbal Troilo).
“… vas a ver querido cuando allá en la cancha, mis goles aplaudan seré un triunfador, jugaré en la quinta después en primera, yo sé que me espera la consagración”.