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Inéditos detalles de la vida de Armando Sanhueza son conocidos 85 años después de su muerte

Martes 24 de Mayo del 2022

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Armando Sanhueza es una de las calles más conocidas del centro de Punta Arenas, aunque solamente los más conocedores de la historia regional saben quién fue. Una imagen suya destaca en un memorial del Cementerio Municipal, y que no es tumba, ya que su cuerpo nunca fue encontrado, tras el fatal accidente aéreo que arrebató su vida en Puerto Montt, tras la caída del avión Sikorsky “Chiloé” que lo iba a traer a Punta Arenas, el 2 de junio de 1937.

Toda esta historia llamó, desde pequeño, la atención de Fernando Sanhueza Olea, una suerte de sobrino de quien fuera alcalde de Punta Arenas y fundador del Partido Radical local. 

Tras la tragedia, la familia emigró de Punta Arenas. Desde niño, Fernando Sanhueza fue escuchando historias sobre su pariente y las circunstancias que rodearon su muerte y que nunca fueron investigadas. Con los años, se convirtió en un prolífico escritor, autor de obras como “Huellas poéticas”, “Perro muerto”, “Escrito en tierra”, “Impedir que amanezca” y “Los árboles borrachos”, todos de poemas; así como el relato “Escritos de guerra”, la novela “Lima Hora Zero” y la crónica “El Naufragio del Moraleda”, que vino a presentar la semana pasada a Punta Arenas.

Pero junto a éste, el libro más importante que llegó a revelar es “Biografía Imprescriptible. Armando Sanhueza Líbano (1894-1937)”, editado bajo Primeros Pasos Ediciones. 

 Allí se pueden encontrar detalles desconocidos de su entorno humano y político, a través de cartas, escritos, fotos, archivos de prensa que relataron su trágico final y hasta las sesiones esotéricas de la que era cultor. 

El autor parte por el accidente aéreo, en que además murió la pequeña hija de Armando Sanhueza, Gloria, de apenas tres años, “la primera niña en morir en un accidente aéreo en Chile. Después de ello, su suegro, el general Ricardo Olea vino a buscar a toda la familia para llevársela a Santiago para pasar el dolor. Pero ese hecho hizo que se perdieran las investigaciones, perdieron el sumario, Magallanes perdió el interés, se le recordó a los dos, tres, cinco años y ahora tenemos 85 años después del accidente”, lamentó Fernando Sanhueza, que gracias “a toda la documentación que había en mi casa, todo esto está escrito por la ausencia de Armando y Gloria, y cómo afectó a mi familia. Mi hermano mayor, que falleció hace poco tiempo, decía que para él esto había sido su trauma”.

Ante ello, Fernando Sanhueza explica el parentesco: “Armando Sanhueza Líbano, de 42 años, era casado con María Luisa Olea Guldemont, de 20. Y cuando él muere y pierde su hija, la familia se va a Santiago y a los 8-9 años, la viuda se vuelve a casar, con Gustavo Sanhueza Líbano, y de ahí salgo yo. O sea, yo soy un sobrino de él, pero hijo de su esposa, una cosa muy extraña y la idea de escribir el libro estuvo siempre en mí, porque yo veía cómo en la casa, muchas de las actividades terminaban con el recuerdo del Sikorsky ‘Chiloé’ y la pérdida del padre, la muerte de la niña”.

Volviendo al accidente, tras la caída del avión, “no se supo de él durante mucho tiempo, lo buscaron por todas partes, se hicieron sesiones de espiritismo, los cuerpos nunca fueron encontrados”. Sin embargo, para Sanhueza, no se trató de un simple hecho azaroso. “Cuando el avión estaba estacionado antes de salir, sufrió un pequeño sabotaje, además de tener la radio mala. Francisco Coloane y mucha gente de esa época, escribió sobre el tema y no se explicaban cómo en un lapso de dos, tres meses, perdió dos aviones. Hay dudas sobre el posible sabotaje, porque se disculpan las autoridades porque pusieron al piloto del avión, el teniente (Rodolfo) Marsh como un héroe, pero los que eran civiles, ni los pescaron. Al teniente Marsh le dieron la base en la Antártica, a Armando la calle y a la Gloria, no le dieron nada, ningún registro”.

La familia quiso olvidar y no seguir indagando, “pero yo que soy medio loco, escritor desde niño, era más entretenido saber qué pasó con ese accidente, porque iba escuchando, pasaban los años y la imagen de Armando siempre se recordaba, al punto de sentir que había crecido con dos padres. Y con la certeza de que si Armando Sanhueza no hubiera fallecido, yo no estaría aquí. Y mi misión era volver a traerlo a este mundo”, reflexiona.

La vida política
de Sanhueza

El libro cuenta con numerosos recortes de El Magallanes, y fotografías que permiten ilustrar la vida de Armando Sanhueza, en que aparecen personajes de la vida política de 1930, como Marmaduke Grove, “y Armando era el líder indiscutido del Partido Radical magallánico, pero a su vez, fue elegido presidente nacional del Frente Popular. Fue regidor, alcalde, hizo labor en la masonería, en los bomberos, el Rotary. Tuvo una relación muy estrecha con Pedro Aguirre Cerda y al final, Armando estaba trabajando en la creación del Partido Radical Socialista de Magallanes, porque el Partido Radical estaba quedando chico y necesitaban avanzar otro poco, porque los radicales eran los revolucionarios en épocas pasadas”, resumió.

Críticas a su
entorno político

Para Fernando Sanhueza, la nebulosa en torno al accidente de Armando, se explica por la realidad política y social de esa época, ya que reflexiona que “investigando, descubrí que el teniente Marsh fue uno de los que bombardeó la escuadra en 1931, así que no era un angelito, junto a otros próceres que después fueron destacados… destacados violentistas de uniforme. A Armando le tocó vivir una época bastante complicada, porque en ese tiempo, los radicales estaban involucrados en el Frente Popular, que era la misma lógica que venía de España, de Moscú, donde estaban el Partido Comunista, el Partido Radical, Partido Socialista, algunos independientes y otros partiduchos; todos formaron el Frente Popular que combatía el nazismo. Aquí había brigadas nazis que usaban armas y los radicales andaban con la pistola al cinto, porque el enfrentamiento con el facherío era importante. Prófugos del nazismo fueron gerentes de empresas aquí en Punta Arenas”, sostiene.

Sanhueza en la intimidad

Asimismo, la biografía muestra aspectos personales de Armando Sanhueza, como cartas de amor “y testimonios espiritistas, porque tanto Armando como Gustavo eran espiritistas, compraban libros, hacían cosas y por eso se relatan algunas sesiones y otras secretas en las que ellos aportaban dinero, que no debe haber sido otra cosa que la masonería, aunque tengo un hermano masón que me dijo ‘estás poniendo cosas secretas’ y yo le respondí ‘ya ha pasado mucho tiempo’”. Tanto así, que Fernando Sanhueza sostiene que tuvo que dejar mucho material fuera del libro, aunque destaca que su famoso pariente “tenía muy buen humor, espontáneo, de sacar chiste de las situaciones”. Ello puede verse representado en el capítulo Escritos Esotéricos, en que Sanhueza relata esas sesiones de espiritismo en las que participó, e incluso, un “viaje” a Marte, que es toda una delicia.

El naufragio

Aprovechando su visita, Fernando Sanhueza presentó otro libro de su autoría, “Naufragio del vapor Moraleda”, que va entrelazada con el origen de la biografía gracias a los testimonios familiares. “Era un capítulo que derivó en otro libro. Mis parientes Sanhueza no le tenían muy buena a la náufraga y no era bueno comparar un accidente aéreo con uno marítimo. Ella se llamaba María Rebeca Urrutia y era una mujer alegre, habladora y por eso fui amigo de ella; bailaba Charleston, cantaba. Estaba casada con el gerente del Banco de Punta Arenas mientras Armando Sanhueza era alcalde, la Gabriela Mistral era profesora y mi tío ‘Lucho’ Barrera dejaba su nombre en el liceo”, sintetiza.

Ese naufragio ocurrió el 6 de junio de 1940, en que el barco Moraleda chocó con la roca Lynch en el canal Schmidt donde se ubicaba el paso Fairway, hundiéndose de inmediato y donde murieron 67 personas. “Se salvaron 33 personas, entre ellas María Rebeca. Ella contaba esa historia desde los años 50 hasta que murió, entonces, siempre en las fiestas había dos alternativas: o se iban a llorar con la historia de Armando o se recordaba la historia de María Rebeca, que a pesar de todo, era jocoso, porque era una excelente narradora. Ella le contaba a mi mamá que salió por el ‘ojo de buey’ de la nave y ella le respondía ‘pero cómo si te gastabai el medio queque, cómo vai a salir por la ventanita’. Eran conversaciones entre dos ancianas, que compartían sus tragedias”.

Preso en el Estadio Chile

Fernando Sanhueza tuvo una activa militancia política, que terminó abruptamente con el Golpe de Estado, que lo llevó a ser detenido y estar prisionero en el Estadio Chile, donde fue testigo directo del horror que compartió con Víctor Jara. “Yo quise salir al exilio y no podía, así que tuve que inventar una clandestinidad. Marcelo Morel Brito me ponía la pistola en la cabeza y el otro viejo desgraciado que está en Punta Peuco de apellido Retamal, me paró en la pared junto a Víctor, Emilio Barturín que era el médico de Allende, al Gregorio ‘Goyo’ Mimica y (imita el sonido de una metralleta), eran salvas, para asustar. Era algo terrible, las condiciones en que se estaba. Me demoré seis años en volver al Estadio Chile y no veo películas o archivos de eso, porque quedé dañado”, reconoce. Por ello, con los años, se retiró a Paine, donde se encontró con familiares de “70 detenidos desaparecidos. Pero fue una oportunidad, porque creamos una organización de Derechos Humanos que nos permitió hacer una villa de más de 200 casas, memoriales, porque hay que insistir en que la gente sepa”.

La pandemia encontró a Fernando Sanhueza en Conaripe, donde escribió otro libro de poemas “Los árboles borrachos”, y se encuentra trabajando en tres más, una sobre la historia en Paine, donde vive actualmente.

Pero sin duda, el hecho de contar la historia de Armando Sanhueza Líbano y llegar a Punta Arenas, por primera vez, fue una gran emoción para Fernando Sanhueza Olea. “Fui al cementerio, fui a la calle, hemos comido muy rico, para que no sea todo tristeza. Pero me da más alegría saber que estoy haciendo algo para sacar a Armando Sanhueza del fondo del mar”, finaliza el autor, cuyos libros pueden encontrarse en la librería Qué Leo o a través de la Editorial Primeros Pasos en Facebook, @ppediciones.cl en Instagram.