Altos estándares y probidad

Antes de llegar al poder, la coalición gobernante sostuvo un discurso de fuerte y frontal cuestionamiento a las prácticas de la denominada vieja clase política. Así, en las campañas se prometió no sólo cambiar el modelo económico-productivo del país, sino que desterrar aquellas prácticas que lindan con la falta de probidad o que, sencillamente, caen en la esfera de lo ilícito.

Así, los cuestionamientos fueron explícitamente dirigidos tanto a la derecha como a los sectores de centro-izquierda que habían ostentado el poder desde el advenimiento de la democracia.

Ya en La Moneda, surgió el concepto de “superioridad moral” para referirse a la nueva camada de líderes, hoy al frente de ministerios, delegaciones presidenciales y otros cargos del aparato público, que, desde las alturas, parecían ensañarse con sus antecesores.

Sin embargo, desde el inicio de la instalación de este gobierno se apreció que esta postura ha chocado, no en pocos casos, con la realidad.

Amigos nombrados en cargos públicos, ex parejas llegando a las esferas de La Moneda, asesorías millonarias y, últimamente, la integración al gobierno de ex convencionales.

Pero, insistiendo en una ética intachable e incorruptible, la coalición gobernante ha tomado decisiones que, por lo antes dicho, no se presentan tan coherentes.

Sólo comentar que a nivel local esto llevó a la abrupta salida de un jefe de gabinete tras pérdida de confianza, mientras en otros estamentos se están dando situaciones que, a la luz del discurso frenteamplista, se presentan, a lo menos, inconsistentes.