Necrológicas

Diálogo

Por Carlos Contreras Martes 29 de Agosto del 2023

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Cualquier idea de desarrollo en un sistema democrático exige ciertos presupuestos básicos insustituibles que todos los actores políticos deben respetar para llevar adelante la gestión de gobierno y legislativa que, querámoslo o no, siempre van de la mano. En una rápida y apresurada revisión podemos dar cuenta de los siguientes presupuestos: principios políticos; capacidad y preparación intelectual, social o ambas; estructura de representación a nivel de partidos o de movimientos; propuestas, proyectos e ideas; convicción; pero, la más importante y fundamental de todas, es aquella que permite la generación de un resultado de todos los factores anteriores y sin el cual no se llegará a puerto alguno: el diálogo.

El diálogo es la conversación entre dos o más personas alternadamente y, considerando el elemento político se debe encauzar a representar los distintos puntos de vista que permitan llegar a un acuerdo teniendo presente el bien común, esto es, la conveniencia general y no la particular, teniendo presente la complejidad que no se trata de un diálogo o conversación estática y sólo entre dos actores, pues lo complejo del diálogo político es que, a propósito de un objetivo, se debe dirigir y concretar en distintas direcciones: a) entre pares al interior de un equipo de gobierno; b) entre parlamentarios de la misma y de distintas bancadas en el ámbito del Congreso nacional o Parlamento; c) entre los parlamentarios y sus electores; d) entre el gobierno y los ciudadanos; e) entre los ciudadanos, a nivel de organizaciones formales o informales; y en todos estos niveles, el objetivo fundamental es llegar a acuerdo en aquello que se quiere o pretende, teniendo en consideración que en la democracia no es la imposición de una mirada el resultado natural, sino que la concreción de su bien más preciado: el acuerdo, en el cual confluyen las distintas miradas para concretar una solución que, en lo posible, considere todas las alternativas en una elaboración de una respuesta inteligente, integradora y buena para la generalidad de las personas.

Lo señalado anteriormente parece lógico y, lo más curioso, es que todos los actores políticos hablan indistintamente del diálogo y su importancia, pero al referirse a su accionar llegamos a un punto curioso, pues no se admite por nadie, la remota posibilidad de considerar las apreciaciones de quienes no piensan lo mismo, y ello lo puedo ejemplificar de inmediato con dos grandes temas que importan tanto para los ciudadanos de ahora como los del futuro: la reforma tributaria (que ya no es tal, como consecuencia de la oposición política al gobierno) y la nueva constitución (que, antes de ser presentada en sociedad, ya aparece como rechazada en diversas encuestas por un porcentaje superior al sesenta por ciento de los ciudadanos, seguramente por la imposición de determinadas concepciones de sociedad respecto a otros).    

Lo cierto es que la ausencia de diálogo es la manifestación de un problema cultural más profundo que radica en la falta de tolerancia o en un exceso de soberbia o poder que impide sentarse a efectuar este complejo proceso que, como ya se ha explicado, es mucho más complejo que sentarse a hablar solamente.

Lo más triste es que a 50 años de un golpe de Estado, por lo menos en este ámbito, la clase política está demostrando no haber entendido nada, pues no ha aprendido la lección.   

Dejo esta columna como modesto homenaje al distinguido político Belisario Velasco Barahona.

        

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