Recursos verbales
Sin duda que un hábil manejo en el empleo de la retórica suele ser fundamental para que un sacerdote, vendedor viajero o político escale posiciones de un modo expedito y hasta meteórico.
Así, al cabo de algunos años los hombres dedicados a la cosa pública se transforman en peritos en hacer y deshacer discursos floridos, rimbombantes, de esos capaces de entusiasmar -incluso- a los corderos.
En Chile conozco gente que ha pasado años trabajando, perfeccionando y reformando su mensaje hasta conseguir enfervorizar las bullangueras asambleas políticas y ganarse así una candidatura, aunque sea para concejal por la comuna de Perquenco.
Y claro: no gain without pain suelen decir los gringos en estos casos (no hay premio sin dolor) Y para transformarse en orador de fuste se requieren horas extenuantes de trabajo, a veces…incluso frente a un espejo, al más puro estilo Adolfo Hitler.
En nuestra fauna política tenemos gente muy competente en lo que a circunloquios, perífrasis o buena facundia se refiere.
Así, un bobo, un torpe…o un huevón elevado a la máxima potencia, para un político será el arquetipo de la miopía intelectual.
Fue por allá por la década del 50. Un grupo de jóvenes radicales proclamaba en el Teatro de Concepción al rector Juvenal Hernández como pre-candidato a la Presidencia de la República. Notificado ya de tales intenciones, orondo y orgulloso -cual jubilado ganando la Lotería- el culto e ilustrado don Juvenal profirió estas solemnes palabras:
-“Conciudadanos: al igual que los caballeros andantes de la Edad Media, que templaban sus armas en las murallas de sus castillos feudales para salir a la conquista de su amada, hoy…yo, Juvenal Hernández Jaque, rector de la Universidad de Chile, vengo en templar mis armas en las murallas de esta ciudad universitaria, para salir a conquistar la Presidencia de la República”.
¿Qué tal?
Como recurso verbal me parece estupendo, pero de fondo la cuestión tiene harta poca enjundia.
En la misma fauna política, Ismael Edwards Matte fue algunas veces siútico de gran estilo. Una vez, en su mansión lanzó unas sentidas palabras al destacado literato mexicano Alfonso Reyes. Otros contertulios eran Ernesto Barros Jarpa y Aníbal Jara. En medio de la tertulia, Ismael Edwards levantó una larga copa de champagne e inició el brindis desde un antiguo púlpito que tenía en la antesala:
-“Levanto este vaso cordial para honrar al epónimo aedo azteca. Voces y arpegios se apagan ante el arpa eólica del cantor de Popocatepetl”.
¿Más farragoso, se habría podido?
Aquí don Ismael simplemente se cagó en el piano. Exageró la nota con su conocimiento cabal del idioma.
En todo caso vale la pena señalar que es parte de la colección de manías chilenas, eso de retocar -a veces en exceso- el lenguaje con palabras que evitan la línea recta, frontal.
Sucedió también hasta con un modesto empleado bancario cuyo padre fue ahorcado por homicidio. El joven debía llenar el formulario para suscribir un seguro de vida. Cuando llegó a la pregunta: “¿de qué murió su padre?” -meditó unos segundos y luego escribió:
-Tomando parte en una ceremonia pública, la plataforma sobre la que se encontraba se vino abajo.
¡Esos son recursos verbales!