Mesa intersectorial para recuperar Casa de los DD.HH.

Ubicada en el casco histórico de Punta Arenas, la casa de Colón 636 fue el principal centro de detención y tortura que hubo durante la dictadura en la capital regional.

Desde su edificación, ha tenido diversos usos, siendo inicialmente la residencia particular del arquitecto Antonio Beaulier (1936-1946). Luego, fue sede de la Cruz Roja (1950-1954), casino de tripulaciones de la Armada y Hospital Naval (1955-1973).

Pero, desde el 11 de septiembre de 1973 fue la sede del Servicio de Inteligencia Militar (Sim) de la región, organismo que coordinó las actividades de todas las FF.AA. en la zona.

Fueron los propios presos y presas políticas las que la motejaron con el nombre de “Palacio de las Sonrisas” y, en 2005, la Armada entregó la propiedad al gobierno regional.

Tras un fallido proyecto por levantar allí un sitio de memoria, la casona sufrió un incendio en febrero de 2020, presumiblemente intencional. 

Desde entonces, la estructura ha seguido deteriorándose y no existe consenso entre el Estado y las agrupaciones de derechos humanos respecto de qué proyecto impulsar para su recuperación.

La secretaría regional ministerial de Bienes Nacionales licitó recientemente trabajos para reforzar la estructura, a la espera de aquellas definiciones. En la víspera, la misma entidad informó sobre la creación de una mesa intersectorial para definir, junto con las agrupaciones de derechos humanos, una iniciativa que permita recuperar la casona y, sobre todo, avanzar hacia un modelo de administración del edificio que permita dar sustentabilidad a cualquier proyecto que se decida emprender.

Este grupo deberá, entre sus tareas, también apalancar los recursos necesarios para avanzar en la restauración de la Casa de los Derechos Humanos, nombre con el cual se le conoce hoy en día. 

Siendo uno de los hitos más relevantes de la Ruta de la Memoria de Magallanes, se hace absolutamente imprescindible consensuar un proyecto y modelo de gestión sustentable, evitando así que este espacio siga cerrado y/o invisibilizado. El tiempo está realmente en contra, pues lo peor que pudiera pasar es que se ceda a la tentación de demoler esta edificación, borrándola del espacio e imaginario públicos.