La responsabilidad del cargo

La investidura del cargo presidencial, parlamentario y otros de representación popular conlleva una responsabilidad ineludible hacia la sociedad que representan.

Es esencial que quienes ocupan estas posiciones ejerzan su autoridad con prudencia y respeto, comprendiendo el impacto profundo que sus palabras y acciones tienen en la opinión pública y en el tejido social del país.

Así, las declaraciones del Presidente de la República y de quienes ostentan los más altos cargos en Chile, como los parlamentarios, son fundamentales para el funcionamiento de una democracia saludable.

Sin embargo, está siendo cada vez más frecuente que, no considerando cabalmente dicha responsabilidad, estemos frente a expresiones públicas que generan polarización y/o conllevan un descrédito a las referidas funciones.

A dicho nivel, se tienen que cuidar las declaraciones y evitar pronunciamientos que puedan generar división, polarización o desinformación. Los líderes políticos tienen la obligación ética de promover un discurso constructivo, basado en argumentos sólidos y en el respeto por la diversidad de opiniones.

No en pocos casos se ha apreciado que se está imponiendo una tendencia a actuar en política como si se estuviera en un escenario, reduciendo a un espectáculo mediático este ejercicio y buscando el apoyo fácil con la ocurrencia superficial.

Así, se corre el riesgo de generar figuras y alimentar caudillismos irresponsables, caracterizados por la búsqueda del aplauso inmediato y la confrontación estéril.

Todo ello representa una amenaza para la estabilidad democrática y el bienestar colectivo. Los liderazgos políticos deben resistir la tentación de buscar protagonismos a costa de la cohesión social, el respeto institucional o la banalidad. 

Es imperativo que tanto el Presidente como los legisladores y quienes ostentan cargos de representación popular ejerzan su rol con integridad, empatía y responsabilidad, fomentando el clima de respeto mutuo y colaboración en beneficio del país. 

La política debe ser un espacio para el encuentro, el diálogo y la construcción de consensos, no para la confrontación estéril o la demagogia. Los políticos deben ser instruidos, responsables y esquivar las boberías. 

Los ciudadanos merecen líderes que estén a la altura con los desafíos del país y que trabajen juntos por un futuro mejor para todos.