De noche con el Diablo: Farándula demoniaca
En la noche de Halloween en 1977, se transmitió, quizás sin quererlo ni presagiar, el último programa televisivo “La noche del Búho”, una especie de talk show farandulero que presentaba a invitados extravagantes, pero con un solo objetivo: destronar de la sintonía al programa de Johnny Carson, el “Don Francisco” de la televisión que reinó por décadas el rating de audiencia en Estados Unidos.
Ahora tienen la oportunidad, porque su conductor Jack Delroy se ha movido para que esta edición se dedique a la presencia demoníaca y por allí desfile un médium que “a veces sí a veces no” se conecta con los muertos, un estudioso escéptico del tema que coloca la duda para desenmascarar la trampa y una joven doctora acompañada de una adolescente que dicen vivir poseída por un demonio interior que ella lo bautiza como “el retorcido” porque así lo hace para entrar a su cabeza.
Lo que se verá esta noche es ese último programa o al menos eso es lo que nos quiere hacer creer esta película dirigida por los hermanos australianos Cameron y Colin Cairnes, quienes ya vienen con una trayectoria de películas vinculadas al género del terror, y que aquí juegan como en un reality, con imágenes en color que son la transmisión del programa; y en blanco y negro que es lo que ocurre tras el set, con diálogos exasperantes del productor de Jack con su productor sobre los pasos a seguir para ganar audiencia, con sus invitados que cuestionan sus métodos y entre medio un coanimador que hace de “chaperón” dispuesto a todo.
Es televisión dentro del cine, pero mejor dicho es el cine atrapando el formato televisivo para estudiarlo, desmenuzar y, de cierta forma, reírse de él y a la vez de los códigos del cine de terror, lo que hace a cualquier película que se lo proponga más interesante, porque además de entretener busca decir algo sobre lo que nos rodea en el diario vivir. Allá uno si le presta atención.
“De noche con el diablo” tiene actuaciones delirantes y hasta creíbles, sobre todo en el personaje de Jack Delroy que interpreta David Delmastchian, un actor cuyo rostro era identificable en roles bastante secundarios y que ya merecía un mayor protagonismo; y el de Lily, la niña poseída, porque su mirada a las cámaras del programa es inquietante y transmite algo que no anda bien porque como que está aquí pero también parece está un poco más allá.
Quizás a la película le faltó jugarse más por esa idea que se trata de un programa que en realidad se transmitió, lo cual lo logra en ciertos aspectos, porque a veces hace dudar, después algo hay y, finalmente, lo sabemos, nunca fue, pero en una de esas …
La película tributa no sólo a aquellos programas de farándula que abundaban-y abundan en la televisión, sino también a una década, la del 70, que escapa de Vietnam, el hipismo, el clan Mason y un presidente llamado Nixon, pero sobre todo a una película de terror que desde su estreno hasta hoy no para de crecer y volverse un clásico: “El Exorcista” (1973).
Y en ese pequeño gran tributo, con ojos que se vuelven claros, una cara que se llena de llagas, un cuerpo que flota en el aire y una voz que viene de ultratumba, hay un homenaje mayor. A la de un género que fue por mucho tiempo mirado en menos por la crítica especializada, pero no así por el público, y que ahora se abre paso entre la multitud como el “chico más popular” en su fiesta de graduación, mientras quienes le hacían bullyng agachan la cabeza por vergüenza o quizás a modo de reverencia.
Es el triunfo del cine de terror.