El diluvio de todos los inviernos
Cada vez que llueve, más de algún establecimiento educacional en Punta Arenas recuerda que necesita algo más que una manito de gato: pide a gritos un zarpazo de tigre. Las goteras reaparecen como fantasmas conocidos, los baldes se vuelven mobiliario habitual y la humedad compite con los discursos sobre educación de calidad. Nadie lo dice fuerte, pero muchos lo saben: hay estructuras que se están aguantando a puro trapero y buena voluntad.