Nuestra deuda con El Nacional de Caracas
Pese a que nos ha acompañado por siglos como un medio de comunicación confiable, nos cuesta definir la relación que tenemos con los diarios impresos . Por definición un diario es efímero: la primera lección que aprendí cuando entré a estudiar periodismo, es que no hay nada más añejo que un diario del día anterior. Pero también, como se ha visto durante la pandemia, el periódico es una irreemplazable herramienta informativa. Frente al entusiasmo que han despertado las redes sociales, el diario recupera su lugar como el medio favorito. Ha sido desafiado, desde el siglo XX, por la radio, la TV y ahora por Internet. Pero resiste.
Una demostración de esta resiliencia la está dando, por estos días, el diario El Nacional de Caracas. Acosado por el gobierno de Nicolás Maduro que ha impuesto serias restricciones al acceso al papel y que hace un mes confiscó su sede, acaba de anunciar que retomará la edición impresa. Lo hará el 3 de agosto, al cumplir 79 años. Según su gerente general, Jorge Makriniotis, el diario encontró una opción para seguir informando mediante su sitio web y las redes sociales. Pero ahora la empresa considera que es indispensable volver al papel
Para los chilenos, en especial para quienes estudiamos en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, la suerte de El Nacional no nos puede ser indiferente.
El edificio junto al Pedagógico que albergó la escuela hasta el golpe de 1973 fue fruto de una generosa donación de Clara Rosa Otero, hija de Henrique Otero Vizcarrondo, fundador del diario. En Santiago, ella vivía, según recuerda una amiga de esa época, en un gran chalet moderno, con una hermosa piscina en Lo Saldes, actual Kennedy. Entre sus múltiples amistades, brillaban conocidos intelectuales de los años 50.
En nombre de la Fundación creada en homenaje a su padre, fue benefactora de varias instituciones, especialmente de la Universidad de Chile. Entre esos aportes están los 16 millones de pesos de la época destinados a la construcción de la Escuela de Periodismo. La primera piedra la puso junto al rector Juan Gómez Millas. El edificio, cuyos planos fueron realizados por el destacado arquitecto Jorge Costabal, se inauguró en 1956. El director de la escuela, Santiago del Campo, definió entonces el plantel, de líneas modernas e innovadoras, como “una guagua de fierro, cemento y cristal”.
Un comentario de El Mercurio con motivo del comienzo de las clases en el flamante edificio, subrayó que “durante muchos años se señaló la conveniencia de establecer la enseñanza del periodismo (a nivel universitario)”. Esta enseñanza metódica, agregaba, tendrá “innegables beneficios para la formación de los nuevos periodistas, máxime teniendo presentes las mayores exigencias de conocimientos y de técnica profesional planteadas por la creciente complejidad del progreso y de la vida modernos”.
Eran años, como creía Ramón Cortez, cuando la televisión en el periodismo era solo una posibilidad. Las instalaciones, aparte de sus amplias y bien iluminadas salas de clases, solo incluían una imprenta, un estudio de radio y nada para la TV. Era lo adecuado para esos tiempos y colmaba las expectativas de quienes velaron por su creación.
Entre ellos, Claro Rosa Otero, quien no debe ser olvidada. Tampoco el diario que fundó su padre y que hoy sufre el acoso de la dictadura venezolana.