Dos hermanos que mantienen la tradición de los carpinteros de ribera
M
ás extrovertido y locuaz Francisco, más sereno y taciturno Jorge. Los hermanos Vidal Tacul hacen un alto en su trabajo en la caleta de Barranco Amarillo para contar sobre una tradición que los une y traen en la sangre, la de los carpinteros de ribera. Todos los conocimientos los fueron internalizando a través de la observación, desde que eran niños y ayudaban a su abuelo, en la localidad de Curahue, en Chiloé, donde esta labor se transmite de generación en generación. Sin embargo, especialmente Jorge, creen que esta tradición familiar termina con ellos, porque sus hijos se dedicaron a estudiar y no se ve quién pueda seguir su camino.
Pero ambos están contentos, especialmente por el reconocimiento que obtuvieron de parte de la Unidad de Patrimonio de la Seremi de las Culturas, en un acto celebrado en el Museo Regional, el 28 de octubre. Sienten que se hizo justicia con un trabajo que está presente en cada postal del estrecho de Magallanes, pero que pocos aprecian el sacrificio que representa. Esas hermosas embarcaciones azules y blancas (combinación que identifica a Punta Arenas, así como el rojo a Natales y el amarillo a Porvenir) son parte del paisaje y son los que, a diario, salen a sortear las adversidades para obtener los recursos que ofrecen los mares australes.
Esa recolección y pesca no sería posible con una buena lancha o barca, y por eso su obra es fundamental. Jorge nació el 8 de mayo de 1959 mientras que Francisco el 1 de marzo de 1964, en Curahue (“lugar de piedras” en mapudungun) y además, tienen dos hermanas más, Elvia Noemí y Ana Estela, todos hijos del matrimonio entre Jorge Segundo Vidal Aguilar y María Oliva Tecul Aguilar.
Lanchero ancestral
Pero el inicio de esta actividad en ellos, lo marcó el abuelo paterno, “que siempre fue lanchero, tuvo goletas, lanchas veleras. Ellos fueron navegantes, viajaron mucho a la zona de Coyhaique, Aysén, Puerto Montt, llevando todo lo que se producía en la isla: ajo, papa, manzana, chicha y volvían cargados de animales y estacones de ciprés, que en la zona de Aysén se hacía mucho”, partió explicando Francisco.
Para trabajar en la construcción de embarcaciones, en esa zona se utilizaba mucho el ciprés y el mañío, que cuando ellos eran pequeños, era sumamente abundante. “Uno ya tenía conocimiento por ver a los viejos trabajar, o al ayudar a sujetar una tabla. Pero en los ‘90 me dediqué más a fondo, porque mi hermano empezó primero a ayudar a mi abuelo y un día me pidió ayuda. Yo en ese tiempo trabajaba en la ferretería Jordan, porque llegué a Punta Arenas el 23 de marzo de 1981. En esos años, en el campo uno trabajaba y no se veía dinero, y buscando una nueva oportunidad, llegué a Punta Arenas, porque mi hoy finado abuelo en ese entonces estaba acá, esa fue una de las razones. Como jóvenes, a uno le seducía mucho venir a la ciudad y aprender nuevas cosas que no se conocen en el campo, y aunque terminé mi octavo básico, no pude hacer la enseñanza media. Por lo tanto, cuando empecé a trabajar, me dediqué a sacar mi cuarto medio, que era complicado, porque después del trabajo estudiaba”, recordó Francisco Vidal, cuyo primer trabajo fue en la empresa buses Cóndor, para continuar en la Galería Ona, en Zona Franca.
En el caso de Jorge Vidal, el trabajo de carpintería lo inició a mediados de los ’80. “Yo partí como pescador con mi propio bote, que dejó mi abuelo en Curahue. A los 13 años vine de Chiloé a Punta Arenas, partí en empaque en el que fuera el supermercado ‘María José’, donde ahora está el ‘Lomitos’, después fui a la esquila y de ahí, a una mueblería. También con mi tío, en la construcción de casas, en la villa Friburgo hicimos como siete casas. Trabajé de colectivo varios años hasta que me fui a Argentina, donde estuve como cuatro años en Río Grande. Y ahí a la vuelta, fue cuando comencé en la carpintería, porque mi finado abuelo me pidió que lo ayude a hacer un par de embarcaciones, y así me fui solo, perfeccionándome de a poco”, indicó.
Acercamiento a la carpintería
Ahí fue cuando llamó a Francisco para que le diera una mano, quien al ver que la demanda de embarcaciones artesanales fue en aumento, se decidió. Ahí conoció una madera diferente a la que estaba acostumbrado, “pero muy noble, la lenga y el coigüe, muy resistente y dócil para trabajarla. Solamente hay que elegir la mejor madera, que no tenga hebras cortadas ni mucho nudo. Eso lo da la experiencia, porque hay mucha madera que hay que calentarla para doblarla, y si tiene hebra cortada, es seguro que se revienta”, describió Vidal.
El clima fue otro factor al que tuvo que acostumbrarse, sobre todo el trabajar con nieve y viento, especialmente al ir a buscar madera. Y aprender el uso de herramientas. “Se trabajaba con sierra con motor a combustión, el cepillo eléctrico, que nos ayudó mucho, pero antaño era garlopa, serrucho de la época de mi abuelo, papá, tíos, que la sufrieron y se demoraban como un año y medio o dos para una embarcación”, detalló.
Lo máximo que han construido han sido embarcaciones de 9 metros de eslora hasta 17 metros, además de botes auxiliares. “Años atrás demorábamos menos, cuatro meses, pero ahora estamos bordeando el año, estamos más viejo. Con la pandemia se estancó la producción de embarcaciones”, lamentó Francisco Vidal, que en principio, trabajó en el predio de su abuelo, al final de la Avenida Salvador Allende, junto a su hermano, para después pasar por calle Videla y establecer finalmente, un taller por Río de los Ciervos.
No obstante esta circunstancia de la pandemia, ‘pega’ no les faltó, ya que además de ser carpinteros, se han dedicado a trabajos de reparación de cambios de cintón, casillas nuevas, instalación de motor o estanque de vivero. “Yo saqué una embarcación hace un año y medio a una persona de Natales, esa fue la última y nos propusimos no hacer una nueva, porque teníamos mucha demanda de reparaciones y así nos resguardamos de toda esta situación”. Esta decisión igual está respaldada por la experiencia y una clientela que los tiene bien considerados. “Somos pocos los que nos dedicamos a esto y la gente nos busca porque somos buenos”, apunta Jorge Vidal.
Deferencia que también se tuvo para convocarlos a entregar sus ideas para la construcción de los galpones en la caleta de Barranco Amarillo. “Vinimos mi hermano, yo y tres personas más, para ver cómo se podían hacer y dimos algunas ideas. Siempre dijimos que la fibra no se puede mezclar con la soldadura, y nosotros usamos fuego para doblar la madera”, apuntó.
Tradición que se pierde
En el caso de los hijos de Francisco Vidal, su hija mayor está por terminar Diseño Gráfico en Inacap, mientras que su hijo, estudia Ingeniería Comercial en la Umag. El es el único que se ha entusiasmado con la carpintería. Pero en el caso de Jorge, de sus tres hijos, ninguno ha seguido este camino.
Francisco admite que esta tradición va desapareciendo, “siendo que nosotros somos de una familia muy ligada a esto, pero se ha perdido el interés de los chicos. Nosotros estuvimos más juntos, que supongo, es por la situación económica, de unirse para remar en el mismo barco”.
A ello se suma que ya están cansados, porque es un trabajo muy sacrificado. Ambos aseguran que seguirán hasta que Dios mande y el cuerpo aguante.
Materia prima
difícil de conseguir
Aparte, que conseguir madera se puso más engorroso y ya no pueden ir a cortar lo que necesitaran. “Hay que pedir permisos, o no los dan y hay que comprarla, que es lo que más cuesta; pero nosotros vamos a buscar maderas especiales, no como los aserraderos, que limpian casi todo. Nosotros buscamos mucha madera curva y no tenemos un apoyo en ese sentido, aparte que uno busca madera en el sector de barrancos, pendientes, para tener madera curva natural. Deberíamos tener un permiso, si uno va a buscar lo justo y necesario”. Para una embarcación, por ejemplo, requieren unos tres metros cúbicos de madera entera y gruesa, salvo las tablas, que se buscan en aserradero.
Jorge Vidal estuvo un año y medio sin trabajar, pero no por enfermedad ni pandemia, sino porque perdió a su compañera por casi 35 años, golpe que sumado a las restricciones, lo confinaron todo el 2020 en su casa. “Me agarró una depresión muy grande y no pude trabajar, más encima me dio el Covid en noviembre, por suerte no fue grave. Ahora me siento mejor y por eso acepté hablar, porque antes me pidieron algunas notas, pero no podía”, reconoció.
Jorge Vidal igual cree, al no haber continuidad en su familia, “nosotros somos los últimos, igual algunos sobrinos quedarán como carpinteros. En Chaitén tenemos un primo que es muy artesanal, espectacular, que nos ganó como carpintero, hace casas muy lindas. Pero en lo que respecta a los hijos, esta tradición termina con nosotros”.
Por esta razón, para Francisco Vidal Tacul, este reconocimiento que recibieron de parte de la Seremi de Cultura es muy significativo, ya que sentían que “habíamos quedado muy en el olvido y es un rubro que contribuye mucho a la economía de la región, por la pesca”.
Campeones de boga
A modo de distracción de tan sacrificada labor, los carpinteros de ribera se unieron para participar en las tradicionales competencias de boga, que organizaba la Armada para el Mes del Mar… y donde no tenían rivales. “Estuvimos participando 8-9 años, desde el muelle Prat hasta el Asmar antiguo, casi un kilómetro. Y lo más divertido era que no entrenábamos, y veíamos que un mes antes la Armada, Fach, Carabineros, entrenaban y nosotros mirábamos. Y cuando llegábamos el clásico día, les ganábamos. Creo que una vez nos ganaron, con un equipo civil que tenía estibadores, que igual trataron de hacernos trampa. Al final era divertido, porque se cruzaba un bote zodiac para hacernos oleaje”, comenta Francisco, mientras que su hermano Jorge recuerda cómo quedaban sus brazos hinchados por el esfuerzo. “La boga es un ejercicio muy completo, que trabaja todo el cuerpo”, apunta Jorge.
Francisco Vidal recordó que “el señor Juan Villarroel nos buscaba a todos y nunca vi a nadie tan entusiasta como él. Nosotros competimos por distintos equipos, una vez, por Alcohólicos Anónimos y yo no tenía idea, y los cabros de la ferretería vieron una vez que ganamos y salía mi foto, y me leseaban. Competimos por el club 18 de Septiembre, Entel Chile, entre otros. Ojalá se retome algún día, porque hace falta que la gente se divierta y seamos mejor ciudad y país”, finalizó.