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  • José Albino Ruiz Ruiz

Omicron, el indeseable invitado

Por Eduardo Pino Viernes 24 de Diciembre del 2021
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La agenda noticiosa ha estado casi completamente dedicada a las elecciones presidenciales, en que le deseamos lo mejor a Gabriel Boric en su futuro gobierno pues, como hemos analizado durante este tiempo, la tarea que le espera al representante de nuestra tierra será la más desafiante y compleja en décadas para un mandatario, considerando las turbulencias planetarias y los profundos cambios que plantean el dilema entre las expectativas de una audiencia diversa y la factibilidad pragmática que nos impone la realidad.

Y a pesar que hoy nos disponemos a compartir con la familia en una Nochebuena que revive el ritual del nacimiento y la vida, en una atmósfera donde se espera hacer una tregua de los conflictos y diferencias entre las personas para fomentar los buenos deseos y la convivencia; el tema que he escogido para esta última columna del año no resulta popular ni agradable, e incluso me aventuraría a inferir que para muchos no reviste importancia: la variante Omicron.

Y es que siguiendo la tendencia observada hace dos años cuando apareció el Covid, América tiene la ventaja de observar su futuro en este tema sólo con mirar al Este. Omicron se ha hecho sentir de manera importante en las últimas semanas en el viejo mundo, donde el relajo después de los procesos vacunatorios parecía haberse instalado, proyectando incluso que la pesadilla había pasado. La multiplicación de contagio ha resultado mucho más significativa que la variante Delta, con un tiempo de dos o tres días en comparación a los 12 días que presentaba la variante más antigua. De todas maneras la incidencia aún sería baja en los totales de nuevos contagiados, por lo que los estudios están en una fase preliminar. Si bien la hospitalización ha disminuido un 80% en Ómicron respecto a Delta, la gravedad de quienes se internan en los Centros Asistenciales sería equivalente. Por eso que las autoridades de Reino Unido, Francia y España, entre otros, además del Director General de la OMS, han expresado  su temor ante una propagación que ha sido mucho más rápida de lo esperado (temiendo que en las fiestas aumente masivamente), con el consiguiente riesgo de colapso de los sistemas sanitarios, en un “déjà vu” cuyos indicios parecen ir más allá de la simple intuición.   

En nuestro país se ha anunciado el refuerzo de una cuarta dosis en febrero a grupos específicos de mayor riesgo, como personas inmunodeprimidas, tercera edad y profesionales de la salud. Si bien hemos sido un ejemplo mundial en procesos de vacunación, con un sistema sanitario reconocido por su efectividad, se observa en general la incredulidad de una parte de la población que desconfía de las opiniones médicas especializadas en la temática. Otra parte de la comunidad ha acatado el llamado de la autoridad, respaldada por equipos científicos y profesionales, pero se encuentra agotada de restricciones, encierros y adaptaciones en su vida cotidiana para enfrentar la “nueva normalidad” (que ya parece habernos acompañado toda la vida). Por eso resulta legítimo preguntarse: ¿qué pasará cuando Omicron llegue de manera masiva en unas semanas más?

Si bien estamos en una situación con enormes ventajas respecto al periodo anterior a la vacuna, lo que nos permite mayor seguridad respecto a nuestra salud y comportamientos que podemos asumir, lo más complejo de comunicar y persuadir a muchas personas es la mantención de protocolos básicos de autocuidado, comprendiendo que deben mantenerse conductas específicas que ayudan al control del contagio. Resulta difícil y muchas veces agotador por parte de los equipos de salud convencer a algunos que la evidencia científica debe prevalecer sobre teorías conspirativas que salieron de alguna parte y adquirieron veracidad gracias a su viralización. El gran desafío es la comprensión de un proceso complejo abordado desde lo racional, dejando en un lugar secundario la impulsividad emocional que provoca la frustración ante un escenario adverso, agravado por el desgaste personal ante un ambiente más complejo del que muchas veces se puede manejar.

Si bien lo más complicado ha pasado y las restricciones no volverán a ser tan severas como en el pasado reciente, esperemos que ante el próximo brote la solidaridad y preocupación por los demás autorregulen la conducta preventiva, beneficiando especialmente a quienes más lo necesiten.   

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