Pío Nono en Chile
Aún se sostiene que Juan Pabo II fue el primer Papa que visitó Chile. En rigor, eso es relativo, pues depende por donde se tome el asunto, como decía un cazador de pulpos.
Lo que ocurre es que el año 1824, cuando estas díscolas y zarandeadas tierras eran gobernadas por Ramón Freire llegó a Chile la Misión Muzi, en cuyo elenco destacaba la figura de Juan María Mastai Ferreti, el mismo que 22 años más tarde llegaría a ser Papa. ¿Qué tal?
¿Cómo llegó este curita a Chile y a qué venía? Vamos por partes.
La Misión Muzi debía estrechar vínculos con un Chile, cuya independencia estaba en pañales. El Vaticano quería husmear como andaba la cosa por estos lados y si la Independencia iba en serio o era parte de la improvisación chilensis.
El viaje de Juan María Mastai Ferreti (más tarde Pío Nono) tuvo más problemas que el de Cristóbal Colón. En su diario de vida anota Mastai que cerca de Colombia la temperatura se hizo insufrible: “el calor era insoportable, aunque estaba a menos de 6 grados de distancia del Ecuador”. Pero no sería la única incomodidad de este canónigo (por entonces de 32 años). Más adelante registra en su diario que “…tuvimos que enfrentar otros males. Muchos insectos y hasta ratones. Pero lo peor, ha sido una gran hediondez, sobre todo en la cama”.
Se nota que Mastai no había llegado a Chile y no conocía aún el Zanjón de la Aguada.
Respecto a nuestra arquitectura y forma de vivir, Mastai fue más francote que diplomático, pues destacó que en muchas casas las puertas y ventanas son mal trabajadas, enfatizando que al chileno le interesa más tener una buena mesa que un buen sentido. (¡SIC!)
Del vino chileno dijo que era muy pesado aunque no escatimó elogios a la hora de destacar la calidad de nuestras frutas.
¿Y qué dijo de la mujer chilena? De seguro usted lo quiere saber, pero hay que partir aclarando que este hombre era sacerdote, y no podía venir en son de chacota, echar una canita al aire y menos aún irse de carrete. Su investidura se lo impedía. En carta escrita desde Santiago de Chile a su madre, la condesa Mastai, expresa que las mujeres chilenas tienen una gran habilidad para hacer dulces. Y agrega más adelante: “Saben confitar todas las frutas, entre ellas también el tomate, que hay que confesar que es muy bueno, aunque quizás demasiado dulce”.
Respecto de nuestras costumbres, Mastai retrata los defectos de los habitantes de estas tierras, señalando que “los chilenos son cómodos y lentos, excepto para andar a caballo…”
Se entiende, pues cuando uno anda a caballo, el esfuerzo lo hace…justamente el caballo.
En síntesis, el Papa se llevó una buena impresión de Chile, aunque enfatizaba que el chileno tenía una religiosidad muy básica. Pero ante la nada, eso ya era algo rescatable. En pocas palabras, en sus andaduras por Chile a Pío Nono le quedó muy claro aquello de que la relación del chileno con la Biblia era parecida a la que tenía con su esposa: es decir, un poco abandonada, pero siempre a la mano.
Pío Nono jamás se olvidó de Chile, y cuando en su calidad de Sumo Pontífice era visitado por una delegación chilena los recibía con una frase muy suya: “beati chilenses qui manducant charquicanem” (benditos sean los chilenos que comen charquicán)
Amén…