Partir con el pie derecho
No voté en primera vuelta por el Presidente Boric, pero tampoco tuve duda en votar por él en la segunda vuelta más por una convicción política de vida que por las ideas que, vertiginosamente, se sucedían y modificaban en lo que era su programa de gobierno, pues claramente el programa de la primera vuelta no era el mismo de la segunda lo que da cuenta de un ajuste, mas no de una renuncia, a las ideas fundamentales que inspiran la nueva administración que es “colectiva” como tantas veces lo ha dicho el Presidente y sus ministros.
Las razones que determinaron mi voto en primera vuelta pierden toda trascendencia, una vez proclamado el nuevo Presidente, pues el pueblo de Chile lo eligió de manera democrática y ya tiene un mandato claro de las aspiraciones y esperanzas en su gobierno.
De este modo me he dedicado a observar con el ojo crítico de quien siempre ha estado interesado por la cosa pública y la consecuencia política, así como también, determinado por haber asumido labores dirigentes y de elección popular en una época totalmente diversa en la cual el miedo era particularmente brutal, pues la amenaza de las vías de hecho por parte de las Fuerzas Armadas se mantuvieron durante gran parte de la década de los 90, y la gestión política debía darse “en la medida de lo posible”, posponiendo legítimos sueños de igualdad, compartidos colectivamente por quienes nos atrevimos a fines de los 80, para asegurar la libertad que tanto había costado recobrar.
Las conclusiones de estos días intensos y acelerados son diversas y, maravillosamente, todas buenas, con un alto contenido de alegría y aprecio.
En efecto, la decisión de incluir en la promesa o juramento para la alta magistratura a todos los pueblos de Chile; la cautela decidida de los nuevos ministros en el establecimiento firme de las prioridades legislativas para los primeros días de gobierno que dan cuenta de un análisis robusto que obliga a soluciones consensuadas, sin perder de vista el objetivo; la apertura a la participación de la ciudadanía en las calles; la recuperación de la tradición democrática en que los ciudadanos puedan abordar al Presidente en las calles y eventos de manera libre, distendida y segura; la existencia de un Presidente cuya Primera Dama no se encuentra vinculada a él por un lazo civil; el reconocimiento a priori de los problemas más graves de nuestra sociedad, así como a la circunstancia que la solución de estos requiere el diálogo y el consenso para evitar los graves hechos que han alterado nuestra vida institucional en el pasado reciente; la claridad que se transmite cuando se acepta que a las palabras se deben suceder los hechos que permitan introducir las profundas modificaciones y reformas que requiere la sociedad chilena; la presencia destacada de la mujer en las diversas actividades y eventos de trascendencia presidencial; la sencillez, convicción y claridad en la mirada de nuestros nuevos gobernantes, son elementos y datos que nos permiten pensar y creer en un mejor porvenir.
Por mi parte, siendo un hijo de los setenta, víctima y protagonista de los ochenta y noventa, colaborador en las décadas siguientes y observador privilegiado de la vida institucional y política de nuestro país declaro sentir una enorme alegría, distinta, pero tan intensa como la del 05 de octubre de 1988; una satisfacción profunda por la labor que se está desplegando y una prudente expectativa en lo que viene, por que al final del día, y como reza un maravilloso disco ochentero, este gobierno ha sido el encargado, el mandatado para “que nos devuelvan la emoción!!!”.