Necrológicas
  • José Albino Ruiz Ruiz

Religión y Espiritualidad “¿a mi manera?”

Por Eduardo Pino Viernes 15 de Abril del 2022

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Para quienes tenemos “juventud acumulada”, resulta casi inevitable recordar en días como hoy donde celebramos “Viernes Santo”, que la vivencia resultaba en general muy distinta a la que observamos en nuestros días. Probablemente al igual que algunas(os) que estén leyendo este espacio de opinión, la semana santa hace algunas décadas se vivía con recogimiento, reflexión, tranquilidad y una disminución de las actividades cotidianas que se realizaban de manera frecuente, más allá de cumplir o no con rituales religiosos según fuese la creencia personal o familiar. Este contexto contrasta bastante con los panoramas turísticos y de entretención que encuentran en estos días festivos un terreno fecundo para planificar actividades que tendrán como objetivo la distracción y el descanso, lo que si bien resulta muy legítimo en virtud de la libertad de elección de cada cual, no excluye que nos preguntemos las razones por las que incluso los mayores retractores de la religión no mencionen, entre los cambios buscados, el abolir los feriados religiosos o en su defecto renunciar a esos días de descanso para ir a trabajar debido a que no se identifican con el motivo de celebración.  Es que para una gran cantidad de nuestra población, la célebre frase del rey del metro cuadrado no podría reflejar mejor su funcionamiento en lo que respecta a la religión; “no tengo porqué estar de acuerdo con lo que pienso”. A nadie le llama mucho la atención que convencidos ateos o agnósticos indiferentes a la religión, sean velados en templos religiosos al momento de su muerte, mientras el sacerdote en su responso declare sus innumerables virtudes (a pesar que no los conoció), y augure su entrada al reino de Dios (lugar que sólo despertaba incredulidad en los pensamientos de estos difuntos).  ¿Qué más chileno que la frase “soy católico a mi manera”? Pocas expresiones podrían reflejar mejor nuestra idiosincrasia sinuosa y acomodaticia que lejos de basarse en principios claros, se sustenta más bien en la comodidad y falta de elementos que lleven a un análisis más profundo.

Todos conocemos personas que en su infancia recibieron sacramentos o participaron de actividades religiosas, incluso pudieron ser formados bajo alguna creencia religiosa que con el tiempo se fue deslavando y perdiendo fuerza para caer en la indiferencia, o incluso en el rechazo extremo. También conocemos personas cuyo sentido de profesar una religión se basa más en lo social, en la necesidad de pertenecer a una comunidad donde identificarse y compartir, más que en la necesidad de buscar la trascendencia en un dogma religioso. Por otra parte, es difícil no haberse topado con personas que vivencian su experiencia religiosa de manera casi obsesiva, al punto que todo su actuar gira en torno a principios que al aplicarlos a la vida cotidiana, parecen reflejar la rigidez de mentalidades que no consideran de manera importante la complejidad de las situaciones, perjudicando la empatía necesaria para comprender y acoger a los demás.

En tiempos de cambios, donde la nueva Constitución de la República resaltará a nuestro país como una nación laica, las religiones están llamadas a ejercer un rol de acogida y fuerte énfasis en lo social, profesando principios de integración e inclusión de personas que buscan en éstas un sentido de trascendencia espiritual, crecimiento personal y apoyo en sus vidas. Religiones al servicio de las personas y sus necesidades es el gran desafío de las autoridades que las ejercen, dejando de lado manejos instrumentales de poder que en muchos casos buscaban un control conductual más que la necesaria reflexión y tranquilidad que todos necesitamos. Dejar de lado prejuicios como la idea que ciencia y religión son incompatibles, que el sentido de trascendencia se puede encontrar en  tener cosas materiales o que quienes creen en un Dios (no importando la religión específica que sea) son personas ignorantes y conformistas. La religión cuando está al servicio de la espiritualidad y trascendencia del ser humano, cuando le permite ser libre para analizar y reflexionar acerca de la fe, sin condicionamientos ni coerciones, se convierte en una fuente de apoyo que sólo quienes la han experimentado pueden dar cuenta de su valor, pues a final de cuentas apuntan al gran objetivo de mejorarnos como personas al servicio de los demás, fomentando la necesaria tolerancia y acogida. Así como se debe tener la libertad de elegir o no algún tipo de religión, el respeto de la sociedad hacia quienes profesan algún tipo de credo será necesario para una convivencia donde la diversidad debe considerar también este aspecto.

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