“El Vengador”. Cuentos de Rosa de Amarante (1ª parte)
La primera edición del libro que hoy reseñamos data de 1951, su autora es Rosa Miranda Tijeras, conocida como Rosa de Amarante (Puerto Montt, 1901 – Punta Arenas, 1999). El libro incluye diez cuentos: “El Vengador”, “Jubilada”, “Cuatro cartas”, “El alma de la multitud”, “El buscador de oro”, “Voracidad femenina”, “¿Madre?”, “Pecado de imaginación”, “Obsesión” y “El presidiario Nº57”. Hacemos la salvedad que “Cuatro cartas” es una historia contada por una hija a su madre, en cuatro etapas de su vida, a través de igual número de cartas.
Al adentrar en la lectura de estos relatos su autora nos sitúa magistralmente -sin siquiera explicitarlo, en ocasiones- en una época y región determinada. Nos lleva a través de sus líneas a un Magallanes y a un Chile de la primera mitad del siglo XX, el de las luchas obreras y el fortalecimiento del aparato estatal, el del surgimiento del sentimiento regionalista y el de las reivindicaciones de las mujeres que sólo recién en 1949 se materializan en la Ley N°9292 que les otorga el derecho a voto en los comicios presidenciales y parlamentarios. Es el periodo que el historiador Mateo Martinic divide en dos etapas para nuestra región. La primera de ellas: “Los años dorados. Luces y sombras (1906-1920)” que va desde el auge de una economía abierta al mundo hasta los violentos hechos de 1919 y 1920 que afectaron a la clase trabajadora. La segunda de estas etapas, denominada por Martinic “Una transición inquieta hacia el tiempo moderno (1921-1952)” se inicia con una década de inestabilidad y frustración y culmina con la crisis del modelo productivo (Martinic, “Historia de la Región Magallánica”, tomo III, 2002).
Esta fijación temporal y territorial nos lleva a confundir ficción con realidad, pues muchos de los pasajes del libro nos resultan cercanos; y así nos preguntamos, por ejemplo, si la mina de carbón “Eulalia” de “El Buscador de oro” no se corresponde con “Mina Elena” o la “Mina Loreto”. También se nos asoman protagonistas muy parecidos a personajes de carne y hueso, actores de nuestra historia pasada.
Rosa de Amarante es una ácida crítica de las capas económicas dominantes de la sociedad y una férrea defensora de sus compañeros de clase, así se demuestra en el relato recién referido: “Desde entonces el héroe de nuestra historia pasó a ser también “algo” en el engranaje de aquel inmenso mecanismo de tinieblas que labora día y noche para comodidad y satisfacción ajena”. Asimismo, en “El alma de la multitud” alaba sin reservas a un sindicalista empeñado en fundar la “gran federación obrera” en un párrafo que retrata a la perfección el espíritu de las sociedades de trabajadores de esos años: “Su anhelo por hacer de este organismo central un modelo de organización y de disciplina y el que, además del beneficio moral que proporcionaría a sus afiliados, debería contar con un lugar para todos, el que a su vez tendría una pequeña sala de espectáculos, una buena biblioteca, conjuntos artísticos, musicales y corales formados por los propios trabajadores, salas amplias para reuniones, pequeñas piezas para el trabajo de secretaría y contabilidades y otras comodidades que los haría grato y acogedor”.
Por otra parte, y al tiempo, que los relatos resaltan a la mujer, hay también alusiones críticas: “Se hablaba de fiestas, de trapos y sombreros, se despellejaba al prójimo, se comentaban los flirts más conocidos, se hablaba – podríamos agregar ahora- de política; se hablaba, en fin, de todo aquello enormemente superfluo que se conversa sin ton ni son. En algunos corrillos femeninos y más aún cuando hay ausencia total de elemento masculino” (“Veracidad femenina”).
El elemento femenino está presente también en las referencias a la maternidad, el calor del hogar o, a aquellas profesiones que en ese tiempo se podrían considerar que eran de preferencia o adecuadas para mujeres; de ahí un par de relatos (“Jubilada” y “Cuatro cartas”) que tienen como telón de fondo la formación en las Escuelas Normales, uno de los destinos más cotizados por las estudiantes magallánicas del siglo XX, en especial la de la ciudad de Ancud.
Continuará…