Necrológicas

Neurosis urbana

Por Jorge Abasolo Lunes 20 de Junio del 2022

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Según el diccionario de la RAE, se llama neurosis a una afección vivida como metáfora, al expresar en su malestar una serie de significaciones y sentidos internos reprimidos. Se expresa a través de los siguientes síntomas: sensación de angustia sin saber por qué, sentimientos intensos de culpabilidad, inferioridad, envidia e ira.

En lenguaje vernacular, un tipo normal sabe que dos más dos son cuatro.

El neurótico también lo sabe…¡pero le carga!

Como yo soy neurótico confeso y he leído mucho, mucho, mucho, muchísimo del tema (los neuróticos somos exagerados) les quiero decir unas cuantas verdades acerca del tema

La época actual es la más neurótica que hemos tenido desde que el hombre existe. Entre la falta de trabajo, la cesantía disfrazada, el ganar poco dinero, los resultados de la selección chilena de fútbol y el desempeño de los constituyentes, la neurosis se pasea como Pedro por su casa.

El origen viene desde tiempos inmemoriales, es decir, antes de que se inventara la memoria. Nada menos que el propio Adán, al descubrir que le habían robado la costilla, tuvo una severa crisis neurótica. Sin embargo, cuando descubrió el pedazo de mina que era Eva, se anduvo calmando un poco. Pero, luego ambos (Adán y Eva) fueron tentados por la serpiente, mordieron el fruto prohibido y Dios los echó del Paraíso de un zuácate. (No había orden de desalojo en esa época).

¡Cuán distinto pudo haber sido toda la historia si Adán, en vez de morder la manzana, hubiese mordido a la serpiente!

Pero el muy “califa” se equivocó de camino.

La enseñanza que nos deja este hito bíblico, es que hagamos lo que hagamos, por algún lado la vamos a embarrar. Aquella vez el detonante de la desgracia fue una modesta manzana. En la actualidad pueden serlo una factura impaga,  un hijo que lo reconoce después de años que usted no había querido reconocerlo, una rabia que pasó en la oficina o una boleta de Motel que su señora le encontró en la chaqueta.

En el siglo actual los problemas se suceden, las adversidades se multiplican y los fracasos se acumulan. Entonces ingresamos a un estado de crispación y quedamos con el sistema nervioso más alterado que un taxímetro. Luego, cualquier cosa nos irrita o nos saca de quicio. Lo nefasto de todo esto es que si el estado de ánimo queda “en panne” por muchos días, ello puede derivar en un ataque de pánico, y eso no se lo doy a nadie. Me dio a mí una vez, y les puedo asegurar que una visita prolongada de la suegra, un discurso político o hacer gárgaras con talco son cosas más agradables que un ataque de pánico.

Vivimos la época de la neurosis. Basta poner un pie en la calle para que puedan ocurrir ciertas cosas que agravarán nuestro delicado estado de ánimo. Algunas de ellas:

– Que corten la luz y nos quedemos encerrados en el ascensor.

– Que nos asalten a mano armada…o con una pistola de juguete. Da lo mismo, porque con el susto usted estará dispuesto a entregar hasta sus calzoncillos.

– Que pisemos una baldosa floja y nos quebremos un tobillo.

– Que nos quebremos un tobillo y luego pisemos una baldosa floja.

– Que nos encontremos con un activista político y nos entregue un panfleto invitándonos a votar por el Rechazo.

– Que nos encontremos con otro activista político y nos regale un panfleto que nos invita a votar por el Apruebo.

¡No se puede eludir la neurosis!