Necrológicas

– Emilio Cárdenas Aguilar
– Salvador Fernández Fernández
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Más de 1.000 detenidos en las protestas en Rusia

Jueves 22 de Septiembre del 2022

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La guerra ha salido a la calle en Rusia buscando soldados. Y tal y como temía el gobierno, también ha encontrado pacifistas vociferando que no quieren luchar contra quien no les ha atacado. Vladimir Putin anunció a primera hora de la mañana de ayer la movilización de 300.000 rusos para ir al frente ucraniano. 

Pocas horas después ya atardecía en Novosibirsk (Siberia), pero la Plaza Lenin estaba más caliente que nunca con protestas contra la guerra. “¡Yo no voy a morir por Putin ni por ti! ¡Esto es una mierda y lo sabéis!”, gritaba un joven a escasos metros de la policía. A los pocos minutos se lo llevaron detenido.

Como piezas de dominó, las mismas escenas se fueron repitiendo desde la parte más oriental hasta Moscú y San Petersburgo. Más de 1.000 personas han sido detenidas tras el inicio de las protestas contra la movilización parcial.

En Moscú los manifestantes tomaron la calle Arbat, la principal zona comercial del centro de la ciudad, con el objetivo de marchar hasta el Ministerio de Relaciones Exteriores, que se encuentra en el otro extremo: “¡No a la guerra!” gritaban los descontentos. Muchísimos jóvenes. 

Más chicas que chicos. Pacíficos, ruidosos, desafiantes: “¿A quién estáis protegiendo? ¡A los que matan a niños en Ucrania!”, gritaba una joven. Al ser peatonal, la policía tuvo serios problemas para desplegarse en la zona y sacar a los manifestantes que se habían adentrado en Arbat.

Desde las orillas de la calle, preocupados por una movilización militar inédita desde la Segunda Guerra Mundial y asustados por la demostración de la policía, los mayores contemplaban en silencio. Tatiana, de unos 30 años, desde primera hora se asomó a protestar y se mostraba insatisfecha: “Si Alexei Navalny no estuviese en la cárcel hubiésemos logrado convocar a mucha más gente”. Andrei, rondando la cincuentena, miraba con fastidio: “Ya no podemos ni caminar pacíficamente por nuestro propio país”. Había mujeres con hijos en edad de reclutamiento intentando parar la ruleta rusa de nombres y apellidos que se ha puesto en marcha.

La policía comenzó a detener a los manifestantes inmediatamente después del inicio de la marcha. También cuando intentaron crear una cadena, y uno perdió el conocimiento durante su detención. “Putin, a las trincheras”, chillaban indignados. Al fondo, una chica gritaba “¡me estáis haciendo daño!” a los cuatro policías que se la llevaban arrestada en volandas. Desde los escaparates de las tiendas de recuerdos, las camisetas con las caras de Putin, Stalin o la mascota Cheburashka observaban la caza al ciudadano como el enésimo vicio estatal de un gobierno revuelto contra casi todo.

Los medios de comunicación rusos, obedientes, se ciñeron al mensaje de Putin: amenazas a Occidente, alusiones a los nazis en Ucrania y razones para el reclutamiento. Pero las redes sociales, muchas de ellas bloqueadas para el que no tenga instalado un sistema de VPN, empezaron a publicar fotos y videos de las protestas en ciudades como Ulán-Udé, Tomsk, Barnaul, Krasnoyarsk y Novosibirsk.

Arriesgan hasta
15 años de cárcel

En la mayoría de los casos la asistencia fue modesta. Y valiente, teniendo en cuenta que uno puede acabar en la cárcel simplemente por hablar de la guerra. Por si a alguno se le había olvidado, la Fiscalía de Moscú amenazó a los manifestantes con “encarcelamiento de hasta 15 años”. Incluso “la distribución de materiales relacionados a través de redes sociales” puede acarrear ese mismo castigo.

Los actos de protesta fueron convocados en distintas ciudades del país por el movimiento pacifista Vesna (Primavera), que denunció que la movilización parcial de Putin significa que “miles de hombres rusos, nuestros padres, hermanos y esposos, serán arrojados a la ‘picadora de carne’ de la guerra”.

La movilización abre un nuevo capítulo en el estado de ánimo del país. “No hace mucho tiempo, los principales problemas a los que se enfrentaban los ciudadanos rusos eran la imposibilidad de comprar moneda extranjera o la huida del país de las marcas occidentales; ahora salvarse de ser enviados al frente, mantenerse vivos, de una pieza y, si es posible, libres, se va a convertir en el deporte nacional de los hombres rusos”.