Necrológicas

“El prodigio”

Domingo 20 de Noviembre del 2022

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Año: 2022
Director: Sebastián Lelio

Protagonistas: Florence Pugh, Tom Burke, Kila Lord Cassidy, Niamh Algar, Ciarán Hinds, Toby Jones, Elaine Cassidy, Brian F. O’Byrne, David Wilmot y Dermot Crowley

En Netflix

Esta película bien pudo estar ambientada en una zona rural de Magallanes, pero acontece en la Irlanda de 1862, cuando sus habitantes vieron cabalgar a uno de los jinetes del Apocalipsis: el hambre. Detrás de las cámaras se encuentra Sebastián Lelio, uno de los más importantes realizadores chilenos actuales y que, aunque quizás no sea el más grande, ya registró su nombre en la historia del cine al obtener el año 2018 un Oscar a la Mejor Película Extranjera por “Una mujer fantástica”. En “El prodigio” está el sello de lo que ha sido su filmografía en los últimos 10 años, caracterizado por un protagonismo femenino en ambientes hostiles y conservadores, sea  la mujer que se resiste a envejecer en “Gloria” (2013); la copia feliz que hizo Hollywood de la misma película con Julianne Moore en “Gloria Bell” (2018); la transexual solitaria, contenida y transgresora de “Una mujer fantástica” (2017); o la pareja lesbiana que interpretan Rachel Weiz y Rachel Mc Adams en “Desobediencia” (2017). Pero también su cine arrastra la carga del cine chileno, sobre todo en  su amargura, escaso humor y una forma de filmar que cruza al drama con el terror. En pocas palabras. Un cine demasiado serio.

“El prodigio” sigue el trayecto de la enfermera Wright que llega desde Inglaterra hasta una localidad rural de Irlanda bastante alejada de la mano de Dios, pero con fieles no disponibles para asumir de buenas a primeras este abandono. Su misión es observar, investigar  y encontrar la verdad en el extraño caso de una niña que, según cuentan, desde hace 4 meses no ha requerido alimento alguno para sobrevivir. En esta labor tiene la presión de la mirada vigilante y desconfiada de la familia, creyentes hasta la médula, pero a la vez también sospechosos de un montaje; del comité local masculino que le ha pedido indagar pero ojalá sin tocar; y el de un reportero que sigue los sucesos y que no cree, pero…y en una de esas; y la de ella misma,  que le gustaría creer, pero que sabe o intuye que ya es demasiado tarde. En todos ellos existe la huella de un pasado donde el hambre, la maternidad frustrada y la fe se han terminado por convertir en una tragedia.

La cámara sigue y sigue a la enfermera Wrigth en sus caminatas por la tierra hasta  la casona donde reside Anna, quien se ve segura y cada vez más confiada que, a través de ella, está hablando Dios. Filma sus plegarias, su rostro sospechosamente no tan pálido e infantil. Anna es la versión inversa de la niña poseída en “El exorcista” (1973) donde era cada vez mayor la convicción sobre la presencia del demonio, mientras que en “El prodigio”  se vislumbra el escepticismo y la duda sobre la naturaleza divina del largo ayuno. Como telón de fondo, se observa un paisaje desolado y sufriente de un territorio anclado en un pasado y casi feudal que recuerda a las comunidades rurales de “Testigo en peligro” (1985) donde un policía interpretado por Harrison Ford  se oculta de sus corruptos colegas en una comunidad amish; o de “La aldea” (2004), una cinta de terror de M. Night Shyamalan donde finalmente nada era lo que parecía.

Esto lo deja claro Sebastián Lelio, cuando decide introducir la película mostrando las escenografías  donde acontecerá la historia y mientras la voz de una actriz irlandesa advierte que muy pronto ocurrirá una película llamada “El prodigio”, una forma de decir que todo lo que se verá quizás nunca ha ocurrido y que si ocurrió quizás no fue tan así. Y en el fondo, “El prodigio” es un homenaje y reflexión sobre el cine, donde una verdad es en realidad una mentira o, al revés, una mentira que puede convertirse en una gran verdad. Por eso, el regalo que recibe Anna es una  imagen de dos caras, por un lado la de un ave y por otra la de una jaula, y que cuando se gira y gira, el ave termina enjaulado. Es la imagen en movimiento. Es la mentira del cine con la complicidad de nuestros ojos.

Y detrás de todo se encuentra Sebastián Lelio, un cineasta que pone en el centro de sus películas a mujeres y, sobre ellas, marcadas como tatuajes están las claves actuales del cine chileno, un cine que a veces puede ser divertido y sorprendente, pero que cuando filma para el mundo, sea en Estados Unidos, Israel o Irlanda,  golpea la mesa, se pone amargo, serio y  a veces hasta terrorífico.