La belleza del pensar (¿distinto?)
Eduardo Pino A.
Psicólogo [email protected]
Esta última semana del año hemos sido testigos del tour de un grupo de indignados ciclistas, autodenominados “Revolución Ciclista Plurinacional”, que en un número cercano a los 70 visitó no muy cordialmente las sedes de diversos partidos políticos en lo que denominaron “la ruta del carbón”, para dejar clara su disconformidad con el acuerdo constitucional que fija las condiciones en que se llevará a cabo este nuevo proceso. No quedó claro si el carbón solicitado a los asistentes era para ensuciar las fachadas de los lugares o representar simbólicamente que vuelven las quemas a diversos inmuebles, rememorando lo que vivenció nuestro país desde octubre de 2019.
Lo cierto es que hubo 4 detenidos por la autoridad debido a rayados y desórdenes en algunas de las sedes partidistas. Pero lo que mayor atención convocó fue que entre los “funados” se encontraba Cristián Warnken, fundador del movimiento “Amarillos por Chile”. La casa del académico en Vitacura fue visitada por estos manifestantes que de manera agresiva le gritaron su descontento, profiriendo una gran cantidad de insultos en tonos de elevada violencia (todo un contraste con los suaves y poéticos pensamientos que Warnken expresa “desde el jardín”, programa en que nos invita a conocer y reflexionar acerca de las artes, especialmente literarias).
“Amarillos por Chile” ha sido un movimiento que surgió posterior al octubrismo, como una respuesta ante la radicalización y fanatismo de algunos sectores que se adueñaron del descontento ciudadano para exigir el cumplimiento de sus propias agendas, las que por momentos parecían desconectadas de la realidad y carecían de la lógica necesaria cuando se debe conciliar un dinamismo como sociedad. Se autodenominaron aludiendo al color precisamente porque Warnken y un puñado de intelectuales se identificaban con el equilibrio, evitando los extremos en que parecía hervir nuestra convivencia con el convencimiento que si no se adoptaban medidas radicales, nada de lo que se necesitaba iba a conseguirse. No han sido fáciles las cosas para “Amarillos”, aún no ha podido constituirse como partido político pues, aunque cuenta con la simpatía de muchas personas que se desilusionaron del octubrismo o están cansadas de tanta inestabilidad, el perfil del adherente a estos principios generalmente prefiere mantenerse al margen de la política partidista, convencido que a pesar de poseer la inteligencia y mesura para aportar a la dinámica social, no posee la audacia, energía y convencimiento incondicional que les sobra a otras personas identificadas con posturas más definidas, independientes de sus estructuras valóricas. Es como si la propia naturaleza que entrega estas ventajas, al mismo tiempo se convierte en una limitación insalvable.
¿Pero qué provoca Warnken para estar en esta lista? ¿La rabia de haber tenido un protagonismo insospechado en las discusiones para llegar al acuerdo constitucional, frenando y retrasando incluso algunos consensos?, ¿Su condición de apóstata al haber sido un defensor de la democracia en dictadura y ahora mostrarse en un lugar “tibio” en que incluso se sienta a dialogar con la Derecha?, ¿no ser un “animal político” de tomo y lomo, de esos que ingresan al partido desde pequeñitos y se saben al revés y al derecho todas las “movidas”?, ¿referirse constantemente a la necesidad de llegar a acuerdos para que este país no se siga polarizando, mientras nuestra convivencia se deteriora?, ¿haber sido de los únicos que se atrevió a criticar la nueva Constitución, llamando a votar rechazo para elaborar otra mejor? Podría seguir con varias preguntas más, pero el espacio es limitado y la paciencia del lector debe considerarse de todas maneras. Lo que debe reconocerse sin lugar a dudas que Warnken representa al “jamón del sándwich”, ese sujeto que llama a la cordura cuando ésta no es popular, al “fome” de la fiesta que pone paños fríos cuando la cosa está que arde, al que por estar en el medio será despreciado por los extremos, que aunque representen a una minoría, su determinación y convencimiento les llevará a figurar de manera permanente, creando efectivos espejismos de popularidad. Como expresó una conocida comediante: “él llegó a meterse sin permiso, no puede porque es elite”, reflejando que resulta intolerable aceptar al que piensa diferente para este tipo de grupos.
Esperemos que este 2023 el acuerdo constitucionalista lleve a un proceso que no cometa los errores de la anterior convención, que elabore un producto de calidad para el bien de todo el país, en que ojalá todos y todas sean escuchados, evitando supuestas superioridades morales que presentan dudosos fondos valóricos ¡Feliz año!