Indulto monárquico
Emilio Boccazzi Campos
Arquitecto
Sin duda la decisión del Presidente de la República, de aplicar el indulto Presidencial, en las últimas horas del año 2022, a 13 personas que por diversos delitos se encontraban condenadas y en cumplimiento de sus penas, ha abierto un nuevo flanco al gobierno, en momentos en que se comenzaba a instalar una Mesa Transversal por la Seguridad y combate al crimen organizado. La derecha tuvo la coartada perfecta y es más o menos entendible que se revelará a la decisión del Presidente de indultar a algunos que no eran condenados primerizos o que habían delinquido por primera vez, sino que algunos de ellos, eran verdaderas “biblias o manuales” de lo delictual en todas sus manifestaciones.
Lo concreto, es que la jugada le costó al Presidente “pedir o aceptar” la renuncia a su Ministra de Justicia y Derechos Humanos y al propio jefe de Gabinete de la Presidencia. La verdad es que no admitía otra consecuencia. La desprolijidad “sin querer queriendo” como decía El Chavo, chocó contra el repudio general no sólo de la clase política sino que de la ciudadanía que se siente “sitiada” por la delincuencia y el crimen organizado.
La medida del indulto Presidencial, amparado a través de la Ley 18.050 de octubre de 1981, firmada por el Almirante Merino (líder del “Poder Legislativo” de Pinochet), ha sido aplicada por todos los Presidentes de retorno a la Democracia. Va en baja claramente en términos numéricos (y en buena hora). Aylwin 928 indultados, Frei 343, Lagos 240, Bachelet I 67, Piñera I 14, Bachelet II 10, Piñera II 24.
Pero vamos un poco al pasado más amplio, a lo que nos muestra la historia universal respecto del indulto del gobernante de turno, sea este un rey, faraón, emperador o Presidente de la República de los tiempos modernos. La gracia de indulto, es de profunda raigambre histórica, tanto en los regímenes monárquicos como republicanos.
Partamos recordando que en las sociedades más primitivas la justicia era venganza, individual o familiar. En las sociedades un poco más avanzadas la venganza privada se transforma en satisfacción del daño recibido o vindicta pública. O la satisfacción de los delitos por la sola razón de la justicia y para pública ejemplaridad. Allí surge la clemencia que impone la gracia y se instituye como derecho el perdón.
La institución de la “Gracia”, era concebida como un atributo de la divinidad que la ejercía el Rey, y que este representaba a Dios en la Tierra convirtiéndose de esta forma en un instrumento arbitrario en manos del gobernante, con lo que se terminaba dando el poder casi absoluto al gobernante.
Los testimonios de gracia, perdón o indulto se remontan a la antigua Babilonia con el código de Hammurabi que contiene una serie de edictos que hacen referencia al perdón de las penas o castigos. En la India los libros sagrados indicaban que la gracia (indulto) era propio de la delegación divina que legitimaba el poder del rey. Se indicaba que en la aplicación de esta prerrogativa el acto constituía un acto religioso que “purificaba al monarca”.
El perdón aparece con los “divinizados” faraones en el antiguo Egipto. En la Pasión de Cristo, cuando Poncio Pilatos pregunta al pueblo judío, a quién querían que indultara, si a Jesús o a Barrabas. Ya sabemos lo que ocurrió.
Entre los pueblos bárbaros (que en algunos casos eran más civilizados o entendían claramente lo que era vivir en sociedad), el indulto tuvo escasa aplicación, pues los delitos privados (que eran la mayoría) estaban exentos de la aplicación del indulto, pues el rey para indultar tenía que tener el previo perdón del ofendido o sus parientes que tenían derecho a la venganza.
En cualquier forma, con la aplicación del último indulto, tengo la convicción de que esta prerrogativa de origen “casi divino” (creencia de hace 5000 años), debiera caminar a la extinción o abolición, materia que debiese ser parte de la nueva discusión constitucional. Casos híper acotados de humanidad podrían ser las únicas causas sujetas a revisión y beneficio no solo del Ejecutivo (sino que posiblemente de una instancia que aglutinará sólo para estos casos a los tres poderes del Estado). Las señales entregadas en momentos de delicado equilibrio país, no hacen otra cosa, que hacer pensar que las oportunidades que dan los problemas provocados (como esta decisión de indulto en algunos de los casos) pueden ser la puerta de entrada de eliminar esta impopular prerrogativa. Creo que el tiempo de los faraones y emperadores ya pasaron.