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Las últimas palabras del hombre que mató al asesino de Kennedy y privó al mundo de la verdad del caso

Miércoles 29 de Marzo del 2023

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Jacob Leon Rubenstein siempre sostuvo que mató al supuesto asesino del Presidente porque “alguien tenía que hacerlo” y aseguró que no hubo conspiración. El día anterior a su muerte, cuando ya casi agonizaba, permitió que su hermano y su abogado grabaran una conversación en la que reconstruyó paso a paso cómo se metió en el subsuelo de la Jefatura de Policía de Dallas y le disparó Lee Harvey Oswald.

Alguien tenía que hacerlo”, fue lo único que dijo Jacob Leon Rubenstein la mañana del 24 de noviembre de 1963, cuando los policías lo redujeron.

En el piso, Lee Harvey Oswald, el supuesto asesino solitario de John Fitzgerald Kennedy, se retorcía de dolor con una bala en el estómago. Moriría poco después.

Habían pasado dos días del magnicidio. El mundo seguía impactado por el atentado mortal contra el Presidente de los Estados Unidos y, a pesar de la casi inmediata captura de Oswald, señalado como el tirador que lo había matado, las versiones conspirativas sobre los autores intelectuales detrás del crimen ya circulaban a velocidad de rayo: que la Cia, que la KGB, que el FBI del odioso Edgar J. Hoover, que los cubanos castristas, los cubanos de Miami, y hasta el propio Lyndon B. Johnson, sentado ahora en el Salón Oval de la Casa Blanca por obra y gracia de la muerte de Kennedy.

La esperanza de esclarecer las cosas estaba depositada en los interrogatorios y el desarrollo del juicio al que sería sometido Oswald, pero un oscuro hombrecito al que en el mundo de la noche se conocía como Jack Ruby la había abortado con un solo disparo en el subsuelo de la Jefatura de Policía de Dallas.

En los interrogatorios Ruby se mantuvo firme en su versión: “Alguien tenía que hacerlo, ustedes no iban a hacerlo”, dijo. Y fue terminante: “No hubo conspiración”.

La ecuación mortal se resolvió con un resultado que nadie podía creer: el asesino solitario del Presidente había sido asesinado otro asesino solitario.

Ruby, nacido el 25 de marzo de 1911, no dijo nada más sobre el asunto hasta el día anterior a su muerte, tres años, un mes y diez días después de haber matado a Oswald.

Lo hizo desde la cama del hospital donde agonizaba, frente a su hermano, su abogado y un grabador encendido.

El magnicidio de Kennedy

A las 12,30 horas del 22 de noviembre de 1963, el Lincoln Continental Convertible que llevaba al Presidente John Fitzgerald Kennedy por las calles de Dallas, Texas, entró en la Plaza Dealey. Era el segundo auto de la caravana y estaba sin la capota porque el Mandatario quería saludar al público que se había reunido en las calles para verlo. Al volante estaba el agente William Greer y en el asiento del acompañante su compañero Roy Kellerman; detrás de ellos iban sentados el gobernador de Texas John Connally y su esposa Nellie; en la tercera fila de asientos viajaban Kennedy y su esposa Jacqueline.

En la esquina de la calle Houston y la calle Elm, la caravana debió aminorar la velocidad para hacer un giro a la izquierda y la limusina quedó frente al el edificio del Almacén de Libros Escolares de Texas.

En ese momento se escucharon tres disparos en menos de cinco segundos. El último impactó en la cabeza del Presidente y la destrozó. La limusina corrió a más de 120 kilómetros por hora hacia el Hospital Parkland Memorial, el más cercano. El gobernador Connally estaba herido, en el asiento trasero, Jacqueline sostenía la cabeza destrozada de su esposo muerto contra su pecho. En el Hospital, los médicos intentaron todo por recuperarlo, era imposible.

Declararán oficialmente que John Fitzgerald Kennedy murió a la una de la tarde en punto.

La captura de Oswald

Lee Harvey Oswald estaba en el edificio del Almacén de Libros Escolares -donde trabajaba – cuando asesinaron a Kennedy. Se fue pocos minutos después.

A las 13,14 horas, el oficial de policía J. D. Tippit estaba patrullando las calles de Dallas cuando vio a un hombre en actitud sospechosa. Detuvo el auto, pero cuando quiso interrogarlo, el hombre le disparó tres veces con un revólver y lo remató de un cuarto tiro en la cabeza cuando ya estaba caído.

Un hombre que coincidía con la descripción del asesino de Tippit entró a un cine donde proyectaban la película War is Hell, sobre la guerra de Corea. La policía rodeó el lugar, entró al cine y lo detuvo.

– No me resisto al arresto– gritó el hombre cuando los vio entrar.

– Tú mataste al Presidente – le contestó uno de los policías cuando lo esposaban.

El hombre se llamaba Lee Harvey Oswald.

Para ese momento, se lo tenía por el autor de los tres disparos contra Kennedy. Las teorías conspirativas empezarían después.

En los interrogatorios, Oswald negó una y otra vez ser el asesino del Presidente. Y lo seguía negando la mañana del 24 de noviembre de 1963, cuando lo iban a trasladar desde la Jefatura de Policía de Dallas a la cárcel del condado.

¿Quién era Jack Ruby?

Jack Ruby siempre sostuvo que quedó conmovido, como millones de norteamericanos, por el asesinato de Kennedy. También dijo más de una vez que, apenas lo supo, lo embargó una enorme tristeza.

Cuando mataron a Kennedy tenía 52 años y era lo que podía llamarse “un empresario de la noche”, dueño de un cabaret y sospechoso de vinculaciones con el crimen organizado de la ciudad, capitaneado por los hermanos Campissi, por encargo de uno de los cuales había viajado unos años antes a La Habana para hacer “negocios”.

No era un hombre ajeno a la política. En 1947, por pedido de Richard Nixon, había sido testigo ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses presidido por el senador Joseph McCarthy, donde tuvo una intervención en la que dejó clara su posición de enemigo del comunismo.

Por esa misma época, el FBI había querido investigar a Ruby por sus vinculaciones con el crimen organizado, pero una rápida intervención de Nixon le había evitado el mal trago.

Después del asesinato de Kennedy, Ruby les confesó a varios amigos que no sólo lo entristecía el asesinato del Presidente, sino también el dolor de su esposa, Jacqueline.

Tal vez por eso, la noche misma de la muerte de Kennedy se lo pudo ver -quedó registrado en las imágenes tomadas por los noticieros de la WFAA-TV (Dallas) y de la NBC- durante la conferencia de prensa del juez de Distrito Henry Wade en la Jefatura de Policía de Dallas.

Incluso, haciéndose pasar por periodista, le hizo una pregunta al juez, relacionada con las supuestas vinculaciones de Oswald con el comunismo y el Comité de Cuba, una organización norteamericana que apoyaba a Fidel Castro:

– Henry, ¿cuál es el juego del Comité de Cuba?- lo interrogó.

Las cámaras lo mostraron escuchando atentamente la respuesta.

Un asesinato televisivo

A las 11.15 de la mañana del 24 de noviembre de 1963 en el Jefatura de Policía de Dallas estaba todo listo para trasladar a Lee Harvey Oswald a la cárcel del condado. La movida estaba prevista para las 10 horas, pero una serie de pequeños inconvenientes la había retrasado. Los periodistas se dieron cuenta de que iba a ocurrir porque un furgón policial llegó y se estacionó de culata en el subsuelo, cerca de los ascensores.

A las 11,20 horas, se vio bajar de uno de ellos a Oswald esposado, flanqueado por dos detectives de civil, uno con sombrero blanco y el otro con sombrero negro. Se llamaban James Laevelle y L. C. Graves y llevaban a Oswald agarrado de los brazos.

Las cámaras que transmitían el acontecimiento mostraron a los tres hombres caminando unos metros hacia el furgón, de pronto interceptados por un hombre robusto, de traje oscuro y sombrero negro, que disparó contra Oswald en el estómago. Se escuchó un solo disparo.

Los policías se le tiraron encima y lo inmovilizaron, mientras que Oswald se retorcía en el suelo de dolor.

Toda la secuencia fue transmitida por la televisión. Fue el primer crimen de la historia transmitido en vivo y en directo.

A Oswald lo llevaron al Parkland Memorial -el mismo hospital en el que habían anunciado la muerte de Kennedy dos días antes- donde murió poco después de la una de la tarde.

Para entonces ya se sabía que el hombre que le había disparado con un revólver calibre 38 se llamaba Jack Ruby.

Dudas y más dudas

Los movimientos de Ruby en los momentos previos al asesinato fueron reconstruidos en forma pormenorizada y dejan dudas sobre si había planificado el asesinato de Oswald o lo había perpetrado por un arrebato. Tampoco si había actuado por orden de alguien o por iniciativa propia.

Poco después de las 11 de la mañana cometió una infracción de tránsito -giró en “U”- para estacionar su auto cerca de un local de Western Union que se encontraba a muy poca distancia de la Jefatura de Policía. Cuando bajó, dejó encerrada en el auto a su perra “Sheba”.

Hizo un envío de dinero en esa oficina, de la que salió a las 11,17 horas y se dirigió a la rampa que llevaba al subsuelo de la Jefatura. Cuatro minutos después mató a Oswald.

Ruby no podía saber que sería trasladado en ese preciso momento. A la prensa se le había informado que sería a las 10 de la mañana. Si Ruby planificó matar a Oswald, ¿por qué no fue a la hora señalada oficialmente?, ¿por qué fue hasta allí con su perra en el auto? Pero, por otra parte, ¿por qué llevaba un revólver en el bolsillo del saco?

El juicio y la condena

El juicio contra Jack Ruby por el asesinato de Oswald empezó con la selección del jurado en febrero de 1964, donde hubo que elegir entre 900 preseleccionados. No era una elección fácil, porque se trataba de un caso donde todos tenían opinión formada desde el mismo día de los hechos y estaba relacionado con la muerte de un Presidente. Además, el juez del caso, Joe Brown, estuvo a punto de ser sustituido por problemas cardíacos.

El juicio propiamente dicho se inició en de marzo y duro once días. Ruby se declaró inocente y confesó que ni siquiera se acordaba del momento en el que disparó a Lee Harvey Oswald; dijo también que sufrió una epilepsia psicomotora por el dolor que le provocó el asesinato de Kennedy. No le sirvió de nada.

En una de las sentencias más rápidas de la historia judicial estadounidense, el jurado deliberó apenas dos horas y 19 minutos antes de declararlo culpable. Sus abogados apelaron y en octubre de 1966 un tribunal superior anuló el juicio y ordenó realizar otro. La decisión se basó en el uso de testimonios indebidos de los policías sobre sus conversaciones que Ruby luego de la detención.

En el lecho de muerte

Parkland Memorial Hospital de Dallas, Texas, 2 de enero de 1967. Esa tarde Jacob Leon Rubenstein sabe que le quedan pocas horas de vida.

Consumido por un cáncer de pulmón, su rostro chupado y su cuerpo fláccido casi en nada permiten recordar al hombre robusto que poco más de cuatro años atrás el mundo entero vio matar de un tiro a Lee Harvey Oswald -el presunto asesino de John Fitzgerald Kennedy- frente a las cámaras de televisión.

A cada lado de la cama hay un hombre sentado y sobre una mesita reposa un voluminoso grabador, del cual sale un cable que termina en un micrófono. El hombre de la derecha se llama Earl Rubenstein y es uno de los hermanos del hombre que casi agoniza; el de la izquierda es Elmer Gertz, abogado del paciente.

Jack Ruby tiene 55 años, sabe que sus horas están contadas y ha decidido hablar. Aunque no está muy lúcido, intentará reconstruir una vez más los hechos de la mañana del 24 de noviembre de 1962, cuando mató a Oswald en la Jefatura de Policía de Dallas.

Pero más que de los hechos, sus interlocutores quieren que hable de sus motivaciones, que siguen siendo un misterio.

Con el grabador en marcha, el abogado Gertz le pregunta:

– ¿Cuándo te diste cuenta de que habías herido a Oswald, Jack?

– Bueno, es todo tan borroso, sucedió tan borroso que antes de darme cuenta estaba en el suelo, los oficiales me tenían en el suelo…

-¿Pero te habías dado cuenta de que habías hecho algo?

– Realmente pasó tan rápido… no puedo recordar qué pasó desde el momento en que llegué al final de la rampa (de ingreso a la Jefatura de Policía) hasta que los oficiales que me tuvieron en el suelo.

– ¿Sabías cuándo iban a trasladar a Oswald, Jack?

– Voy a ser honesto contigo, no.

– ¿No tenías idea?

– Más tarde me enteré de que se suponía que lo iban a trasladar a las 10 horas.

– ¿Nunca nadie le dijo que lo iban a trasladar?

– No.

– Entonces, ¿qué te hizo caminar hasta la cárcel (se refiere a la Jefatura de Policía)?

– Porque cuando llegaba con el auto vi a algunas personas en la rampa y la curiosidad me despertó un destello en mi mente al ver a la gente allí…

– ¿Hay algo más en lo que puedas pensar, Jack, algo más que hayas pensado cuando pasabas por allí o bajabas del auto?

– No sé qué pensar, sucedió.

– Quiero que pienses un minuto, ¿qué recuerdas de cuando llegaste al final de la rampa?

– Sí, lo hice… Como dije, me vino un destello desde el punto en la parte inferior de la rampa y un momento después estaba luchando con los oficiales de policía por el arma. En realidad, no sé qué pasó en ese momento.

– Lo estás haciendo muy bien, Jack. Descansemos un minuto.

“Ruby asesinó a la verdad”

En la cinta queda registrado el corte de la grabación. Cuando se reanuda, Earl le pregunta a su hermano:

– ¿Por qué llevabas un arma?

– Siempre llevaba un arma debido a varios altercados que tuve en mi club y, a veces, llevaba grandes sumas de dinero.

– ¿Hay algo más que quieras decir, Jack? – insiste Earl.

– El culo, estoy postrado en la cama y me duele.

– ¿Tienes llagas?

– No, no son llagas, me duele el culo –respondió y la grabación se vuelve a cortar.

Fueron casi sus últimas palabras, Jack Ruby murió el 3 de enero de 1967. Si guardaba secretos se los llevó a la tumba.

“Al matar a Oswald, Ruby asesinó a la verdad, porque mientras existió Oswald existió la posibilidad de poner en claro la verdad de aquel horror. La vida de Lee Oswald era el último reducto de una sociedad civilizada para establecer, con pruebas, los motivos del crimen y la culpabilidad de su autor. Ahora, con la muerte de Ruby, desaparece la última esperanza de descubrir la trama detrás de los hechos”, escribió al día siguiente uno de los editorialistas de USA Today.

Infobae