La invaluable labor del voluntariado
Donde los brazos del Estado no llegan y las políticas públicas no logran responder a las necesidades urgentes de las personas, hay un grupo de entidades y agrupaciones voluntarias que se han organizado para proporcionar una ayuda oportuna y directa a quienes más lo necesitan.
Esto es una realidad en nuestra región, donde los grupos sociales más vulnerables y aquellas comunidades que viven en sectores periurbanos, rurales y/o zonas rezagadas no logran tener igualdad de acceso a servicios básicos ni contar con una red pública de protección y de cuidados que les asegure un mayor bienestar.
Así surgen las figuras de los dirigentes vecinales, presidentes de agrupaciones comunitarias y de diversos ámbitos (deportivo, social, cultural, eclesial, patrimonial, entre otros) y líderes de un sinnúmero de organizaciones del voluntariado que, en forma desinteresada, sin percibir remuneraciones y desvelándose por sus vecinos y socios van tocando puertas para reunir fondos, organizar eventos para recaudar ayuda, impulsar campañas de beneficencia u otras actividades que permitan ir en apoyo de diversas personas carenciadas.
¿Qué hubiese sido de tantos vecinos que quedaron incomunicados, solos y abandonados durante las restricciones que se impusieron durante la crisis sanitaria que provocó el coronavirus? ¿Quién les hubiese llevado alimentos, atenciones básicas, pañales, ropa y una palabra de aliento? No vimos a ninguna autoridad haciéndose cargo de ellos, salvo algunas salidas públicas que tenían por objetivo, más bien, captar una imagen para algún noticiero o nota de prensa.
Entre otros, cabe destacar el trabajo que realizan las mujeres, sobre todo presidentas de agrupaciones y asociaciones de familiares y pacientes de enfermedades catastróficas o raras. Ellas son las que, mayoritariamente, están al frente de entidades que reúnen a personas con Espectro Autista, Alzheimer, distintas discapacidades físicas y mentales y diagnósticos poco auspiciosos como el cáncer.
Sobre todo pensando en aquellos adultos mayores postrados o que viven solos, la pregunta que cabe hacer es qué sería de ellos sin que existieran grupos que organizadamente han querido involucrarse con ellos y llegar en forma frecuente con ayuda, atenciones y, sobre todo, cariño y compañía.
Desde el inicio de nuestra comunidad, Magallanes ha tenido en los voluntariados un ente silencioso, pero extremadamente laborioso y atentísimo a las necesidades de los más carenciados y postergados.
En estos voluntariados no existe la obscura maquinaria que crean otros para defraudar al Estado y hacerse de millonarios recursos públicos. En ellos sólo se aprecia un trabajo no remunerado que tiene por único interés estar atento a las necesidades de los otros y humanizar nuestra convivencia diaria.
A todos ellos, ¡muchas gracias!