Necrológicas
  • José Albino Ruiz Ruiz

Blunck y la migración que queremos

Por La Prensa Austral Viernes 22 de Septiembre del 2023

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Este miércoles, dejó de existir Lothar Blunck, ciudadano alemán quien llegó a Chile en 1968 y a nuestra región, en mayo de 1972. Su contribución a Magallanes fue enorme, al punto que se le considera un transformador de la horticultura regional. 

En 1991, se le designó como Ciudadano Ilustre de la Región de Magallanes, como una forma de reconocer todo el aporte que realizó al Instituto de la Patagonia y su Centro de Experimentación en Horticultura y Floricultura, así como su empeño por fomentar la siembra de hortalizas y flores para el autoconsumo y el embellecimiento de los antejardines. Durante toda la década de los 90 aportó desde Puerto Natales con proyectos ganaderos y también como director del Campo Universitario de la Umag. 

Magallanes ha tenido en hombres como Blunck migrantes señeros, quienes llegaron a estas tierras a trabajar arduamente y a compartir sus conocimientos y nuevas tecnologías.

Ello nos lleva a considerar todos los aspectos positivos que hay en la migración y cómo ciudadanos como Blunck nos envolvieron con su fuerza transformadora.

El hombre, su evolución y desarrollo cultural, han tenido desde tiempos pretéritos un elemento común: la migración. El desplazamiento geográfico ha sido consustancial al ser humano y ha sido reconocido como derecho humano por la Declaración Universal de 1948. 

La decisión de migrar tiene diversas razones y plantea para las sociedades modernas grandes desafíos.

Para regiones como la nuestra, las corrientes migratorias han sido importantes y ello ha quedado plasmado en la idiosincrasia magallánica y en momentos de gran desarrollo económico y cultural. Que hoy estemos lamentando la partida de Lothar Blunck es una muestra de aquello.

Sn embargo, también las recientes corrientes migratorias han estado teñidas de sentimientos ambivalentes, pues no sólo han permitido que personas de otras nacionalidades lleguen a estas remotas tierras a trabajar y a aportar con sus costumbres y cultura, sino que a delinquir. Esto último nos resulta ajeno y extraño. Ello no es digno de tanta gente que dejó sus hogares y tierras maternas para venir a este remoto punto del planeta a compartir sanamente y construir como comunidad.

Hoy recordamos a migrantes ejemplares como Lothar Blunck. Esa es la migración que queremos.

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