Vivir solo no debe significar estar solo
Hace algunas semanas un medio publicaba las cifras de hogares unipersonales compuesto por adultos mayores. Más de 13 mil en nuestra región. Una cifra importante e impactante desde el punto de vista que se le mire.
Lo óptimo es que todos ellos sean autovalentes y que pueden vivir solos en comunidad. Que sean capaces de cumplir autónomamente con todos los requerimientos que significa vivir, es decir, protección, autocuidado, satisfacción de todas sus necesidades.
De hecho, casi dos de cada tres adultos mayores se encuentran en buenas condiciones generales y es autónomo. Por lo que, en una parte importante de esos hogares se da esta condición ideal.
Pese a ello, se debe estar atento con los dispositivos sociales y de salud cuando se evidencien signos de pérdida de la autonomía como para intervenir en forma intensa sobre esa situación social, ya que tarde o temprano será una situación conflictiva y compleja.
Por otro lado, si aplicamos este mismo criterio tenemos a casi un tercio de los mayores con problemas, ya sea porque ha perdido autonomía o está en riesgo de perderla por situaciones sociales o de salud que ocurran en su vida, esto significa que en aproximadamente 4.500 hogares hay una necesidad urgente de estar controlando los factores de salud y sociales que rodean al adulto mayor que vive solo y por eso, es necesario estar interviniendo en el proceso de envejecimiento de ese mayor y controlando que efectivamente esté recibiendo lo que necesita y manteniéndolo autónomo y funcional en ese entorno.
Lamentablemente en el panorama actual de nuestros mayores no hay un órgano del Estado que esté supervisando y controlando que las intervenciones que necesita un adulto se efectúen de manera coordinada. Sigue siendo ese mismo adulto mayor o su entorno social el que debe golpear las puertas del Estado buscando lo que necesita. Lo que retarda las intervenciones necesarias.
Desde el punto de vista del Estado, no es sólo contar con las ofertas necesarias para los mayores. Alguien debe supervisar y controlar que estas lleguen oportunamente a quienes lo necesitan. Asimismo, supervisar quienes deben estar participando de programas que mantengan y potencien su funcionalidad, quienes deben estar insertos en programas sociales de acompañamiento y supervisión y quiénes requieren de una intervención en salud continua y coordinada.
En definitiva falta ese ente que coordine y potencie las acciones que se desarrollan, acercándola a quienes más lo requieren. Como decía antes, las ofertas están, pero “es el mercado” el que decide quién las utiliza. No siempre llegan a los que más los necesitan.
Como consecuencia observamos que algunos de ellos se van deteriorando, haciendo imposible que puedan seguir viviendo solos. Requieren de más ayudas que las que ellos mismos se brindan. Allí tampoco está el Estado como agente verificando en comunidad quienes son los que necesitan de apoyos y ayudas. Como siempre el Estado está esperando que sean los mayores o su entorno el que los postule a los beneficios que existen. Lamentablemente así siempre se va a llegar tarde y se condena a mayores a un camino sinuoso, que tiene su máxima expresión cuando son encontrados muertos en sus casas varios días después de que ocurriera su deceso. Esta pérdida es la expresión de que el sistema de apoyo no estuvo presente o preocupado de él; una realidad que vamos viendo de manera más frecuente en los medios de comunicación y que pese a ello no motiva a trabajar coordinadamente. Se sigue viendo como un hecho que ocurre, pero que no tiene responsables, ni menos es una alerta social de la expresión máxima de vivir en solitario.
La vejez y los procesos que la acompañan son para vivirlos en sociedad. Por eso se requiere un estado de bienestar social adecuadamente financiado, así como una oportunidad para devolverles la mano a quienes trabajaron una vida como agentes activos en nuestra sociedad. De ahí que planteemos la necesidad que exista regionalmente una coordinación de las distintas tareas que se hacen con y para los mayores. Unificar la oferta. Coordinar la acción de los municipios. Financiar lo que eventualmente se requiera y falte. Pero por sobre todo que acompañe y guíe en esta etapa de la vida.
Es lo que necesitan nuestros mayores. Pasar a una institucionalidad más activa y no reactiva a lo que sucede en cada territorio. Seguir retrasándolo es hacer más difícil y tortuoso el camino de muchos mayores, especialmente de los que están solos en sus casas y que requieren de apoyos y ayudas para seguir viviendo.
Las ofertas están. Las acciones están. Pero falta la necesaria coordinación para que sean efectivas y preventivas en nuestros mayores. Como siempre era una tarea para ayer. Al menos iniciarla hoy tendrá menos impactos negativos que no hacerlo o seguir postergándolo.
En un año electoral y de muchas propuestas de los candidatos, esperamos que la respuesta a las necesidades de los mayores sea un compromiso de quienes salgan electos, para efectivamente hacer la pega por los mayores de hoy. En todo el territorio y comunas es más necesario que nunca.