Necrológicas

Estudiante de Universidad de los Andes se quitó la vida tras denunciar maltrato de docentes: plantel anuncia investigación

Jueves 4 de Abril del 2024

Compartir esta noticia
371
Visitas
  • La madre de la joven expresó en una carta abierta la serie de abusos
    que habría sufrido su hija, acusando que “le arrebataron las ganas de vivir”.

 

 

Conmoción ha generado en redes sociales el caso de Catalina Cayazaya, quien se quitó la vida tras denunciar malos tratos por parte de profesoras en el internado que cursaba por sus estudios de Terapia Ocupacional en la Universidad de los Andes.

Fue su madre, Carola Cors, quien a través de una extensa nota -publicada en la cuenta de Instagram “JusticiaxCatalina”- da cuenta de lo vivido por su hija durante el tiempo en que cursó su internado, y que la habría llevado a tomar la decisión el pasado 16 de marzo.

En el texto, titulado “a Catalina le arrebataron las ganas de vivir”, la mujer sostiene que en marzo de 2017 la joven ingresó a la carrera en la U. Andes con media beca tras obtener un alto puntaje.

Allí pasó los primeros años sin problemas, “hasta que en 2022 inició el internado, en un lugar donde está normalizado el maltrato a los internos de las carreras de salud”, señala.

“Su primer internado le tocó una tutora de Terapia Ocupacional que usaba a las internas para realizar talleres y que las trataba según el ánimo con que amanecía, incluso con insultos y faltas de respeto. Lo comentó con su profesora a cargo, pero sin ningún resultado”, añadió Cors.

Agrega que, “tanto así que para Catalina fue una sorpresa que en las evaluaciones preliminares la felicitaran por su desempeño”. La mujer cuenta que su hija se presentó al examen sin nota de desempeño y con la exigencia de evaluar previamente a la tutora, situaciones que habrían sido “irregulares”, pese a que la Universidad, afirma, estaba en conocimiento de aquello. La reprobaron.

Asimismo, detalla que Catalina fue a la dirección a presentar estas situaciones, pero nadie la escuchó. “Fue tratada de ‘sensible’, como si serlo fuera algo negativo (…) Escribió una carta a la dirección (firmada por la mitad de su curso), relatando maltratos e irregularidades sufridas en cada una de sus rotaciones”.

A raíz de esta acción, las denunciantes “fueron citadas en forma individual, cada 10 minutos, donde se las acusó de mentirosas y de injurias y amenaza de suspensión de internado. Las chicas se paralizaron”.

Producto de ello, narra Cors, Catalina tuvo su primera licencia psiquiátrica, “destruida y sin esperanza. Su familia y equipo tratante logró levantarla y volvió”.

Posteriormente, ya durante el segundo internado de Catalina, la madre denuncia que la joven estuvo trabajando en horarios y ritmos extenuantes, “en reiteradas ocasiones sola, sin supervisión”, contrario al reglamento.

También lo informó a su profesora supervisora, quien tampoco hizo nada”, denuncia.

La madre detalla que “en las dos evaluaciones preliminares pasó bien calificada, pero la última semana la tutora se enteró que no tendría internas en próxima rotación, a causa de la cantidad de licencias médicas por salud mental. Un día antes del examen informó que Catalina no podía presentarse porque la encontraba deficiente”.

Por lo anterior, la joven exigió a la dirección, vía correo electrónico, su nota de presentación y su derecho a presentarse a examen.

“La tutora la aprobó con un 4, y en ese momento informó que su nota de presentación era un 2 (improbable con dos preevaluaciones buenas). Esta vez se fue al suelo, sin esperanza ni ganas de vivir”, cerró Cors.

Ayer se publicó en la mencionada red social un segundo testimonio, ahora de una compañera de Catalina, del primer internado de geriatría. En el texto, la joven sostiene que ese primer internado fue en una residencia de personas mayores en Las Condes, donde la joven siempre estuvo preocupada de “darle la mejor atención a los residentes (…) y por supuesto, realizar los deberes académicos que exige el internado”.

Acusa en el texto que “las tutoras le apagaron la luz a la Cata. De manera sistemática contribuyeron a que se le acabaran las ganas de vivir, se reían de ella en la cara al ser interrogada de manera despectiva, con aires de superioridad y poca educación, echadas sobre su silla, comiendo chicle y mirando su celular, sin siquiera mirarla a la cara. Fue hostigada constantemente y no, no era ‘para que aprendiera’”.

La ex compañera de Catalina narró además que la joven lloraba en la hora de almuerzo, aunque luego volvía a cumplir con las tareas con los residentes. “¿Al final? no pudimos hacer nada.

Ayer, la Universidad de los
Andes emitió una declaración pública, donde abordan el caso y anuncian una “exhaustiva investigación” para determinar eventuales responsabilidades.

Emol