Fide XII decide no seguir con algunos programas sociales por estar en riesgo su estabilidad financiera
En el albergue de la Avenida Independencia 538, el ambiente es tenso y cargado de incertidumbre. Este dispositivo, financiado por el Ministerio de Desarrollo Social y administrado por la Fundación Fide XII, es un refugio para personas en situación de calle, pero la seguridad que debería ofrecerles parece desmoronarse. Las voces de los usuarios con desesperanza acusan la situación que viven. No se atreven a dar sus nombres por temor a ser expulsados, pero la realidad no puede seguir ocultándose.
Uno de ellos, cuenta cómo a menudo faltan productos básicos para la limpieza y la higiene personal. “No hay útiles de aseo y falta hasta el confort”, comenta en voz baja, explicando que incluso usan la ropa para limpiarse. Y el tema de la alimentación no es mejor: los platos no siempre alcanzan para todos. “Salimos buscar monedas en la calle, pedir lo que podamos para comer”, subraya con resignación.
Cuando la policía llega por las noches trayendo a personas, con problemas de consumo, la falta de recursos se hace más evidente.
Las denuncias no se limitan a esta residencia. Desde la Casa del Samaritano, también gestionada por Fide XII, los trabajadores han levantado la voz en reclamo por el atraso de los salarios. La historia se repite: cotizaciones que no se pagan. Este patrón de precariedad también ha afectado al Eleam Cristina Calderón, un hogar de larga estadía para adultos mayores financiado por el Senama. Los sindicatos han denunciado una situación insostenible, donde la falta de recursos y la mala administración parecen ser el denominador común.
No se trata sólo de números o presupuestos, sino de personas. Los usuarios de estos dispositivos dependen de ellos para cubrir sus necesidades básicas y en el caso de las personas en calle también cargan con la angustia de vivir en un espacio que podría desaparecer. Muchos de ellos, que ya han vivido tanto rechazo y olvido, ahora enfrentan la posibilidad de perder lo poco que les queda: un techo, un plato de comida, y la esperanza de tener una mínima estabilidad en sus vidas.
Los trabajadores tampoco están exentos de esta incertidumbre. Ellos, que son quienes diariamente enfrentan las dificultades de estos centros, también sufren las consecuencias de la inestabilidad financiera y administrativa.
Este cúmulo de denuncias, provenientes tanto de usuarios como de trabajadores, revela una crisis que va más allá de lo inmediato. Lo que está en juego es la vida digna de personas vulnerables, que dependen de estos dispositivos para sobrevivir. Cada retraso en la entrega de insumos, cada recorte en los recursos, pone en riesgo no sólo la continuidad de estos programas, sino también el bienestar de las personas que más lo necesitan. Y detrás de cada denuncia, hay una historia humana de lucha y resistencia frente a la adversidad.
Los descargos de Fide XII
Frente a la insistencia de La Prensa Austral, debido a las reiteradas denuncias, Reinaldo Leiva Oyarzo, director ejecutivo de Fide XII, señaló a través de un comunicado que “como institución, nos encontramos en un proceso de reorganización. Si bien el Estado cumple con el traspaso de los fondos, estos no cubren gastos esenciales como el pago de garantías, aportes patronales ni indemnizaciones por años de servicio. Al parecer no existen instituciones que quieran asumir esta gran responsabilidad, por lo cual muchas veces el compromiso es lo que nos mueve. Esta situación está afectando nuestra estabilidad financiera, empobreciendo a la institución a pesar de nuestro fuerte sentido social. Dado este escenario, hemos tomado la difícil decisión de no continuar con algunos de estos programas, por lo que consideramos que deberían ser ejecutados por otras entidades en el futuro”.