El camino del servidor
Este Domingo los cristianos comenzamos la celebración de la llamada “Semana Santa”. Lo hacemos con el “Domingo de Ramos”, en que los cristianos recordamos la entrada del Señor Jesús en Jerusalén para realizar la ofrenda de su vida. Estos días son -para todos los cristianos- los días más importantes del año, porque a la luz de lo que celebramos en ellos es que tienen sentido todas las otras semanas, meses y años de nuestra vida. A la luz de la entrega del Señor Jesús y del triunfo de su resurrección, tienen sentido los afanes y luchas de cada día; incluso se llenan de sentido el dolor, el sufrimiento y aún la misma muerte.
Este año podremos, con los resguardos señalados por la autoridad sanitaria, celebrar las liturgias en forma presencial, y renovar nuestra decisión de fe de seguir al Señor Jesús en su camino de vida entregada como el Servidor de todos.
Soy consciente de que este lenguaje puede sonar extraño para quienes sólo tienen un vago recuerdo respetuoso de que en estos días los cristianos hacemos memoria de la muerte y resurrección del Señor Jesús, o a los oídos de quienes ven en ellos la ocasión de unos días de vacaciones. Sin embargo, por extraño que pueda sonar para algunos, en las celebraciones litúrgicas de estos días, los cristianos estamos proclamando que la vida entregada del Señor Jesús y su resurrección son la respuesta de Dios a las preguntas y a los anhelos más profundos del ser humano.
En este Domingo, llamado “de Ramos” bendecimos a Dios con los ramos que recuerdan a la gente que recibió con palmas y ramos de olivo a Jesús que llegaba a Jerusalén; acá en la Patagonia los ramos son de coigüe. Estos ramos que cada año llevamos a nuestras casas son signo de nuestra acogida y bienvenida a Jesús; con el signo del ramo le decimos al Señor Jesús “bienvenido a este hogar, aquí te aclamamos como el Señor de nuestras vidas”. Al poner los ramos en nuestras casas, le decimos a Jesús que El es el verdadero dueño de casa en ese hogar.
El Señor Jesús vivió un camino de vida entregada a su Padre como el Servidor de todos, recorriendo un camino que va de la sencilla pobreza del pesebre hasta la entrega total en la cruz. Pasó por este mundo haciendo el bien, liberando de los padecimientos que oprimen al ser humano: liberando del mal en todas sus formas, eso que en lenguaje bíblico llamamos pecado, y manifestando en su persona que la muerte no es el final del camino, sino la Pascua, la vida plena en Dios.
El Señor Jesús recorre el camino del Servidor de todos manifestando la gratuidad del don de Dios (eso es lo que llamamos “la gracia de Dios”), sin apropiarse de nada ni de nadie, llamando a que cada uno ejerza su libertad (“si quieres ser mi discípulo…”) y se apunte a algo nuevo; es decir, a hacerse servidor de los demás.
Recorriendo el camino del Servidor, el Señor Jesús encontró mucha resistencia, tanta que al final lo mataron, pero siguió caminando y permaneciendo siempre como Servidor; nunca se transformó en la antítesis del Servidor, que es ser dominador y aprovechador. Así, también es como muere, invocando el perdón de Dios para los que lo matan. El Señor Jesús murió como vivió, siempre como el Servidor de todos.
Pero el Señor Jesús no ha caminado hacia el fracaso, como piensan quienes se sitúan desde la fuerza o el poder mundanos; sino que la insospechada novedad de su resurrección manifiesta que el camino del Servidor es un camino de pleno éxito: el triunfo de Dios es el éxito del que permanece siempre como Servidor. La historia de Jesús, el Servidor de todos, no termina en una tumba -que está vacía-, sino que su triunfo y fecundidad vienen de Dios que lo resucita como Señor de todo lo creado.
La fe de los cristianos vive de la resurrección del Señor Jesús. Nosotros no seguimos a un muerto, por muy ilustre que sea; sino que seguimos al Viviente, al Vencedor del pecado y de la muerte, que es la fuente de nuestro humanismo y renovación espiritual, la fuente de una vida que no acabará nunca: una vida en Dios.
Proclamar la resurrección de Jesús es anunciar lo que resulta increíble en la lógica del poder según este mundo: el camino del Señor Jesús como Servidor es un itinerario de éxito pleno; el grano de trigo muerto en tierra ha dado una espiga nueva en el Resucitado y en la comunidad creyente que en estos días renueva su fe en Jesús, el Servidor de todos, para seguirlo por el mismo camino que Él recorre.