Necrológicas
  • José Albino Ruiz Ruiz

30 años del Premio Municipal de Literatura José Grimaldi

Martes 21 de Febrero del 2023

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Víctor Hernández
Sociedad de Escritores de Magallanes

Parte II y final

“Con el paso del tiempo, se adicionaron otras inquietudes que restaron prestancia y solemnidad al Premio Municipal. La comunidad observaba con cierta distancia, que, en la mayoría de las ocasiones, las escritoras quedaban marginadas de las decisiones que adoptaba el jurado para investir al ganador, que invariablemente resultaba ser un varón”

“De repente, desde varios sectores culturales se advirtió que José Grimaldi había simpatizado con la dictadura cívico militar e incluso, tal vez como forma de silenciarlo, se intentó ocultar y olvidar su obra literaria. Fue un momento oscuro en que lamentablemente, miembros de la Sociedad de Escritores de Magallanes tampoco estuvieron a la altura”

“En la actualidad, el Premio Municipal se enfrenta a la siguiente disyuntiva: seguir con la premiación a una trayectoria o retornar a los orígenes del certamen. Llamar a un gran concurso literario en varias categorías, poesía y narrativa, por ejemplo, con un jurado idóneo, compuesto principalmente por miembros de la Sech Magallanes”

Como veremos en los párrafos siguientes, a principios del nuevo milenio surgieron diversos cuestionamientos al galardón literario, los que vinieron acompañados con críticas trasnochadas al autor, cuya muerte acontecida a principios de 1992, había inspirado la creación de dicho premio.

De repente, desde varios sectores culturales se advirtió que José Grimaldi Acotto había simpatizado con la dictadura cívico militar e incluso, tal vez como forma de silenciarlo, se intentó ocultar y olvidar su obra literaria. Fue un momento oscuro en que lamentablemente, miembros de la Sociedad de Escritores de Magallanes tampoco estuvieron a la altura. No se logró separar del escritor, la obra creativa de la convicción ideológica; pero lo más importante, es que, en aquel momento, no se pudo dimensionar el daño que se hacía, principalmente, porque el afecto que la mayoría de la gente dispensaba a Grimaldi siguió incólume, cariño que percibimos, más allá del transcurrir de los años, lejos de disminuir, ha perdurado en el tiempo. 

Un mito silente

Para explicar lo que ha acontecido en las últimas décadas, es inevitable que nos refiramos al hijo de inmigrantes, nacido en Punta Arenas en 1911, que luego de cursar estudios primarios en la Escuela fiscal Nº4 y en el colegio San José y luego, las humanidades en el Liceo de Hombres de Punta Arenas, interrumpió cursos universitarios en la U. de Concepción, para ingresar a una compañía teatral con la que recorrió nuestro país, Perú, Bolivia, Ecuador y Venezuela, “para vivir la bohemia de entonces”, como muy bien lo dijo Ernesto Livacic en su Historia de la Literatura de Magallanes. En esta condición, un tanto nómade, recorrió nuestro país y varias naciones sudamericanas. 

Como era de esperar, José Grimaldi Acotto volvió pronto al austro y desde aquí, inició su carrera literaria con el poemario “Humo azul”, publicado en Santiago en 1933, en donde destaca la composición “Laguna de Patinar”. Después, se radicó en Argentina, donde se incorporó a otra compañía de teatro recorriendo Uruguay y Paraguay. Más tarde, retornó nuevamente a Chile para integrar los elencos artísticos de Lucho Córdova, Alejandro Flores y Rafael Frontaura. Durante esta época llena de viajes y de actuaciones, editó en Buenos Aires el libro “Copos”, que data de 1936 y en donde se incluye el célebre poema “El ovejero de mi tierra”, que como sabemos, inspiró la construcción del mítico Monumento al Ovejero, conjunto escultórico que se encuentra emplazado en Avenida Bulnes inaugurado oficialmente, por el Presidente de la República, Juan Antonio Ríos Morales, el 15 de febrero de 1944. Para aquel entonces, José Grimaldi era reconocido como el poeta de Magallanes y, aunque en 1938 editó el volumen de cuentos “Tierra de hombres”, el público lo distinguía por su trabajo lírico. A “Puñado de estrellas”, publicado en 1937, siguieron los libros, “Senderos de amor” y “Hombre en el campo”, ambos textos impresos en Santiago por la aclamada Editorial Nascimento en 1952. 

Una de las principales preocupaciones de José Grimaldi fue colaborar para organizar a los escritores regionales. Por eso, no puede extrañarnos que junto a Osvaldo Wegmann, Santiago Pérez Fanjul, Jorge Rubén Morales, Rosa de Amarante, entre otros autores, fundaran en Punta Arenas, en el invierno de 1946, el Centro de Escritores de Magallanes, que por más de treinta años reunió a los literatos de la provincia. En octubre de 1952, aquella agrupación editó con el apoyo del Departamento Cultural del Municipio local y un estudio preliminar del profesor de castellano Julio Ramírez Fernández, la recordada “Antología del cuento magallánico” que incorporó un relato de Grimaldi titulado “Setenta días”.  En la ficha de presentación que antecede al cuento, Julio Ramírez nos asegura que en 1937 el autor se asentó definitivamente en Punta Arenas para dedicarse a las actividades industriales y que, al momento de publicarse la antología, escribía una novela titulada “Aserradero”, obra que permanece inédita y extraviada.

A pesar de los distintos premios logrados en certámenes literarios regionales y de las publicaciones conseguidas, Grimaldi era reconocido muchas veces sólo por el poema al ovejero, algo que, sin dudas, le fastidiaba. Por lo mismo, no debiera sorprendernos que pasaran otros quince años antes que publicara el libro “9 poemas populares”, impreso en los talleres gráficos Hersaprint, texto que de inmediato, se convirtió en éxito de ventas, producto de la característica acusada de su poesía de ensalzar a personajes sencillos, lo que se manifiesta en la pequeña obra a través de las composiciones “Versos a Ismael Pacheco” o “Canto al hombre del vellón” y, en las alegorías, “Romance de la población Playa Norte” y “Elogio de la población 18 de Septiembre”, cuyos versos el vate incorporó a un Long Play, que se transformó en un verdadero suceso comercial.

Grimaldi fue uno de los primeros escritores que pudo disfrutar de los beneficios de la Cormag. Recordemos que el ensayista Onofre Bórquez Barría, llevó la voz del Centro de Escritores hasta el palacio de La Moneda donde se entrevistó con el Presidente Eduardo Frei Montalva planteando la posibilidad de generar una editorial magallánica con excedentes de la ley 16.813. En 1971 ese proyecto se hizo realidad a modo experimental, cuando la Cormag editó en 162 páginas, los fragmentos “Añoranzas de On Pepe”.

Para 1973 nadie dudaba que la polarización política había alcanzado también al mundo de los escritores. Independiente de aquella situación, la tradicional amistad cívica entre los literatos no sufrió mayores sobresaltos. Grimaldi editó en 1975, “Poemas de nuestra tierra”; luego dictó varios talleres literarios, participó en programas de radio y de televisión donde el protagonista principal era él mismo; y, por si fuera poco, ayudó a conformar la Sech Magallanes el 28 de diciembre de 1980.

Más aún. Grimaldi colaboró activamente en los dos primeros encuentros nacionales de escritores de Magallanes y en diciembre de 1984 cumplió su mayor sueño literario personal: publicar íntegramente su producción lírica en un solo volumen. “Toda la poesía”, es un libro de 565 páginas que incluye treinta y un poemas inéditos, entre ellos, la segunda parte de “Elogio apasionado a mi ciudad”.

¿Qué pasó después? Lo que sabemos es que Grimaldi comenzó a enfermar y sus apariciones en público se fueron reduciendo gradualmente, hasta que el 27 de enero de 1992 nos enteramos de su fallecimiento. Su domicilio particular ubicado en calle Bulnes esquina Sarmiento quedó en manos del Club de Leones de Punta Arenas y su famosa biblioteca personal, cautelada en el Museo Regional de Magallanes.

Empieza la polémica

Cuando Pavel Oyarzún obtuvo en 2002 el reconocimiento de la comuna de Punta Arenas a su trabajo literario, hacía ya un buen rato que el Premio Municipal había entrado en una serie de controversias, referidas principalmente, al cuestionamiento efectuado por algunos creadores, quienes aducían, con justicia a nuestro entender, que un galardón instituido para distinguir u homenajear sólo a escritores consagrados, impedía la normal evolución literaria regional. Se consideraba dentro de esta crítica, otros factores, entre estos, un hecho inobjetable: en las cuatro primeras ediciones resultaron favorecidos los mismos literatos -con la pura excepción de Osvaldo Wegmann fallecido a fines de 1987-, que habían constituido la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) filial Magallanes en 1980. 

Se cuestionaba esencialmente, la cláusula que establecía como requisito fundamental para otorgar el premio, el poseer una amplia trayectoria literaria. Claramente, aquel reglamento limitaba y discriminaba, en beneficio de los autores que tenían libros publicados, y en detrimento, de los nuevos valores emergentes e inéditos. La génesis del proyecto que sirvió para crear el premio, apuntaba también, a un cierto elitismo. Se comenzó a especular, que había que tener ediciones, obras impresas, y quizá hasta otros premios para optar al galardón. 

Con el paso del tiempo, se adicionaron otras inquietudes que restaron prestancia y solemnidad al Premio Municipal. La comunidad observaba con cierta distancia, que, en la mayoría de las ocasiones, las escritoras quedaban marginadas de las decisiones que adoptaba el jurado para investir al ganador, que invariablemente resultaba ser un varón. En síntesis, comenzó a circular el rumor que el Premio Municipal de Literatura estaba reservado exclusivamente, para hombres.

Se agregó a continuación, una polémica innecesaria entre miembros del jurado, luego de la controvertida elección del año 2000. En esa ocasión, se suscitó una fuerte discrepancia entre Marcela Baratelli, Marino Muñoz Lagos y Silvestre Fugellie que votaron la entrega del galardón en favor de Eugenio Mimica Barassi, mientras que, Carlos Vega Letelier lo hizo por el historiador Mateo Martinic Beros. En lo esencial, los literatos que escriben ficción argumentaban que la historiografía no es literatura. Las deliberaciones del tribunal literario se filtraron a la prensa y la opinión pública tomó partido en la disputa. Sin embargo, lo más grave vino después. Varios creadores comenzaron a publicar cartas al diario La Prensa Austral expresando su apoyo y solidaridad con los escritores, ambos autores respetados y considerados por la comunidad puntarenense, quienes, sin quererlo, se vieron involucrados en una discusión sin sentido. 

La división jurídica del municipio, en segunda votación, -ya sin la participación de Martinic-, determinó el triunfo de Eugenio Mimica lo que lejos de apaciguar los ánimos en el ambiente literario, pareció despertar antiguas rencillas entre los escritores. Vega Letelier siguió defendiendo sin claudicaciones a Mateo Martinic, que merecía el premio, no sólo por el hecho de ser un fecundo historiador, sino porque en el recuento literario de Chile hubo una situación similar resuelta expeditamente, cuando el jurado otorgó el Premio Nacional de Literatura al historiador Francisco Antonio Encina en 1955.

Algunos escritores emplazaron ahora al propio Carlos Vega Letelier por su amistad con José Grimaldi, lo que demostraba que el cruce de cartas en los medios se había trasladado a la esfera de lo personal. Finalmente, la disputa entre los literatos se apaciguó en septiembre de 2000 cuando supimos que Mateo Martinic había sido nombrado ganador del Premio Nacional de Historia.

Si la confrontación acontecida el 2000 supuso una alerta en las bases del premio, lo acontecido en 2004 revistió en escándalo. El vencedor fue el presidente de la Sech Magallanes, Dinko Pavlov Miranda, quien, por tener una situación judicial pendiente, no pudo recibir la distinción en la fecha que correspondía, debido a que la municipalidad decidió embargarle una parte del premio. Recién, el 7 de abril de 2005, tras un largo litigio con la alcaldía, en una ceremonia deslucida, sin público, Pavlov pudo ser investido como ganador de la VI edición. Fue una escena lamentable que anticipó lo que vendría después. A la interrupción del concurso Antonio Pigafetta en 2006, se agregaban las dificultades que implicaban organizar anualmente, la feria del libro y el sentido deceso del mismo Dinko Pavlov en mayo de 2010. El propio premio municipal, seguramente por los sucesos relatados anteriormente, cayó en un descrédito entre los escritores.

Astrid Fugellie,

última ganadora

Durante varios años, se creyó erróneamente, que el premio Grimaldi había fenecido. En 2016 el nuevo directorio de la Sech Magallanes realizó distintas gestiones ante la municipalidad que fructificaron el 11 de noviembre de ese año, cuando en sesión de concejo se acordó la restitución y entrega del premio a la poetisa Astrid Fugellie Gezan (1949), lo que se llevó a cabo en una ceremonia, en el Centro Cultural, en agosto de 2017.

Se trata de una educadora, artista y escritora puntarenense que surgió en el ámbito literario en los tiempos de la Casa de la Cultura, aquel hermoso proyecto ideado por autoridades comunales que adquirieron el palacio Montes para concentrar las actividades de artistas y escritores. En ese contexto, aparecieron sus dos primeros poemarios, “Poemas” (1966); y “7 poemas” (1970).

Después se trasladó a la capital a estudiar Educación Parvularia en la U. de Chile. Radicada en Santiago, por motivos profesionales, pronto los contenidos de su obra poética se ampliaron de una mirada regional a otra de clara visión cosmopolita, en que la autora reflejaba en su quehacer poético, la influencia de la literatura estadounidense y europea, principalmente. De esta manera, vieron la luz las creaciones “Una casa en la lluvia” (1975) y “Las jornadas del silencio” (1984). En 1986 editó, junto con otras autoras el volumen poético, “Travesías”.

Su relación con la Sech Magallanes nace en 1981 cuando fue incluida en la “Antología magallánica tomo 1 poesía”, con las composiciones “Ronda” y “Una casa en la lluvia, poema dos”. En Santiago se conocieron sus trabajos “Chile enlutado” y el tomo de cuentos “A mano del año”, ambas creaciones de 1987.

Posiblemente, su reconocimiento como un gran valor nacional de nuestra literatura vino con la publicación de “Los círculos” en 1988, que obtuvo un premio de la Academia Chilena de la Lengua e inauguró el discurso histórico que discurre en su poesía, que observamos también, en las obras “Dioses del sueño” (1991) y “Fragmentos para mañana” (1995).  

Se considera que con la edición del texto “Llaves para una maga” en 1999, la obra de Astrid Fugellie inició un giro hacia lo lúdico, plasmado en libros posteriores como “De ánimas y mandas, animitas chilenas desde el subsuelo” (2003) y “La tierra de los arlequines, ese arco que se forma después de la lluvia” (2005). Con “La generación de las palomas” (2005) aparece quizás, el componente antropológico que acompaña hasta los días de hoy, al trabajo de Fugellie, manifestado en el libro de cuentos “Jardín nocturno” (2007) y en los textos poéticos, “En off” (2010); “El libro del mal morir”, (2015); “El faro quirófano al noreste” (2016); y “Las letanías de Key Pacha” (2018).

En una entrevista otorgada al diario La Prensa Austral, con motivo de su distinción como Premio Municipal, la escritora respondió positivamente sobre la entrega del galardón: “Aquí en Magallanes encuentras muchísimas voces muy importantes de la literatura en general y de la poética, incluso historiadores. Hay muchísima gente escribiendo en la zona. En la Academia Chilena de la Lengua, en este minuto, hay 13 personas que son de Magallanes”. Consultada a su vez, por las posibilidades creativas que ofrece la poesía en la actualidad, Astrid Fugellie fue enfática en señalar: “En su momento Nicanor Parra hizo desaparecer y refundar todo un tipo de lenguaje, me pareció un proceso muy interesante. Entonces con lo de las tecnologías podría volver a darse, la imagen puede convivir junto a la poesía, ahí yo veo una tremenda luz. Además, la poesía no va a morir nunca”.

En la actualidad, el Premio Municipal se enfrenta a la siguiente disyuntiva: seguir con la premiación a una trayectoria o retornar a los orígenes del certamen. Llamar a un gran concurso literario en varias categorías, poesía y narrativa, por ejemplo, con un jurado idóneo, compuesto principalmente por miembros de la Sech Magallanes y considerar, además, de un estímulo económico, la impresión de la obra a través de la nueva Cormag.

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