Segundo periodo del gobierno de Gabriel Boric: retos y reflexiones
El segundo período del gobierno de Gabriel Boric ha comenzado, marcado por la expectativa de cambios profundos que, hasta el momento, no han alcanzado su plena realización.
Este período se desarrolla en un contexto político complejo, con correlaciones de fuerzas en el Congreso que presentan desafíos significativos y también con el inicio de un ciclo electoral que permitirá, en dos años, renovar a los principales cargos de representación popular que existen en la orgánica del país.
¿Habrá tiempo, ganas y fuerzas para sostener sin derrumbes la gestión administrativa y lograr buenos resultados electorales? Esa es una de las interrogantes.
Otra pregunta que surge es si el gobierno debe consumir fuerzas para asumir la tarea de levantar un muro contra la ultraderecha o buscar caminos de diálogo y entendimiento que le permitan avanzar y cumplir en parte lo comprometido durante la campaña electoral.
De cara a quién sucederá a Boric en La Moneda, ciertamente existe preocupación en el sector de izquierda sobre la posible entrega del mando a un exponente de extrema derecha. A la vez, la polarización política puede generar tensiones y obstáculos para la gobernabilidad, tan necesaria en esta última etapa.
La decisión en este sentido tendrá un impacto significativo en el tono y la dirección de la política en los próximos años.
El gobierno de Gabriel Boric asumió con la promesa de llevar a cabo cambios profundos en diversos ámbitos, desde las pensiones hasta la reforma de la Constitución. Respecto de ello, la evaluación no puede llevar a equívocos: estamos ante un fracaso.
En el tintero quedó el anhelo de Boric de pasar a la historia como el Presidente que refundó Chile promulgando una nueva Constitución.
El examen respecto de las otras promesas no es tanto mejor. La materialización completa de estos cambios se ha visto ralentizada por diversas razones, generando expectativas que aún están por ser completamente satisfechas. La gestión efectiva de estos desafíos será esencial para la legitimidad y efectividad del gobierno.
La propia ministra vocera de gobierno ha admitido que ser oposición les resultó fácil, pero que gobernar es difícil. Con estas palabras, ella misma admite que, al interior de las filas del Frente Amplio y el Partido Comunista, la evaluación de lo hecho no es de las mejores.