Necrológicas

Ex alumnos del Liceo San José recordaron la hazaña atlética que protagonizaron hace 35 años

Domingo 9 de Octubre del 2022

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Se reencontraron en la enorme puerta de entrada del Liceo San José y se abrazaron con rostros sonrientes. Hace 35 años llamaron la atención de la comunidad al ser artífices de un momento especial y único, en que demostraron su espíritu comunitario, dejando de lado cualquier diferencia en pos de conseguir una meta. En ese ya lejano 1987 cursaban tercero medio y gracias al impulso del destacado profesor de Educación Física, Herminio Bernales, una treintena de estudiantes rompió un record Guinness al permanecer 25 horas ininterrumpidas realizando carreras de relevos en la Plaza Muñoz Gamero.

Marcelo Agüero, Gian Mario Margoni, David Gallardo, Marcelo Würth y Nelson Pavicic del “Colussi” y Elías Barticevic y Christian Formoso, del “Durando”, se reunieron para recordar esa “Hazaña
atlética mundial” como tituló La Prensa Austral en su edición del lunes 5 de octubre de 1987.

Todos mencionan al profesor Bernales como el artífice de esta proeza, aunque él se apura en apuntar que fue a través de la inquietud de unos estudiantes que se forjó la idea de romper esta marca. “Con el director de ese año, el padre (Rafael) Sánchez, estábamos pensando qué actividades podríamos hacer, que fueran bonitas, deportivas, desafiantes para el colegio y hubo varias ideas propuestas: por ejemplo, juntarse en una posta saliendo desde Punta Arenas y desde Río Gallegos, juntar a las generaciones salesianas de los dos lados en el monumento por la paz. Otra idea era hacer una posta competitiva con otros colegios en que cada relevo fueran los colegios salesianos y, de repente, un chico dijo: ‘Profe, el otro día vi el libro de record Guinness que un colegio de no sé dónde hizo la posta más larga del mundo, de 24 horas’. Y yo le dije: ‘Yapo, hagamos una, pero pongámosle 25 horas para romper el récord’. Empezamos a tirar líneas hasta que salió”, recuerda Bernales sobre esos días en que el Liceo San José festejaba su centenario.

Reuniones con los estudiantes y los apoderados permitieron organizar esta inédita prueba, “que fue bastante complicado hacerlo. Fueron los tres terceros medios y se seleccionaron diez alumnos por curso, no necesariamente atletas, y el resto prestó apoyo en computación, viendo la cantidad de vueltas, los tiempos de cada uno, para hacer un libro de registro histórico de la prueba”.

La prueba se realizó en la Plaza de Armas y, como cada vuelta era de 400 metros, “en una pizarra grande que teníamos ahí -no existían los apoyos tecnológicos de ahora- había un grupo que anotaba y la gente que pasaba sabía cuántos metros habían recorrido, cuántos alumnos participaban. Los atletas corrían más vueltas, los que tenían menos condiciones corrían un poco menos, la posta no paró en ningún momento y fue muy bonito. La plaza siempre estuvo llena, menos en la madrugada”, recordó Bernales.

Los momentos más complicados fueron al inicio “porque todos querían correr y yo les decía que lo tomaran con calma, que era una carrera larga, y, como a la una o dos de la mañana, se notaba que muchos ya no se podían levantar para hacer relevos, algunos con calambres, hubo que reemplazar a algunos; fue una odisea, un desafío terrible para los chiquillos”. 

También en la madrugada hubo momentos complicados porque “había un equipo de radio conectado desde la plaza al colegio, donde había una sala para descansar, con sacos de dormir y las mamás estaban, por turnos en la cocina, preparando comidas calientes para los que iban saliendo y también siempre hubo un par de apoderados de apoyo médico y cualquier emergencia, pero, por suerte, no pasó nada”.

El profesor Bernales recuerda con claridad el momento cúlmine, a las 13 horas del 4 de octubre de 1987. “En la última vuelta, cuando ya faltaba un minuto para las 25 horas, partió el grupo completo, los treinta, a dar la vuelta final a la plaza, le pasaron el testimonio a Damianovic, un chico del básquetbol, que lo entregó finalmente al director como término de la prueba”. El registro publicado en La Prensa Austral dejó para la posteridad que se dieron 1.066 vueltas a la plaza, completando una distancia de 426 kilómetros 400 metros.

Anécdotas hubo por montones, pero en la memoria del profesor quedaron marcadas dos: “Un chico que bajó a las duchas y como yo tenía que andar por todos lados viendo que todo marchara bien -y además, también participé en la prueba- bajé a las duchas y vi que este chico se había quedado dormido dentro de la ducha mientras el agua caía, sentado en el suelo. Y la otra anécdota la contó el profesor Danny Perich que venía de vuelta de la plaza al colegio, de amanecida, y vio que un chico iba corriendo hacia abajo para hacer el siguiente relevo, y le dijo: ‘¿Y tú para dónde vas? Pero anda a ponerte el pantalón’, porque tenía la chaqueta puesta, las zapatillas y no se había puesto el short para correr”.

Recuerdos de
una época especial

Reconocen que fueron cursos especiales, un reflejo de lo que se vivía en el país en aquellos años, en que la dictadura entraba en su fin. Había discusiones, debates, una educación cívica y conciencia social que los hizo, por ejemplo, unirse para esta actividad deportiva, que fue mucho más que una prueba recreativa. David Gallardo, por ejemplo, apuntó que “el espíritu de toda esa generación era de camaradería, todos nos apoyábamos y ese evento resume mucho lo que fue esa promoción”, lo que fue refrendado por Marcelo Agüero, que añadió que “esa camaradería se mantiene hasta la fecha, no hemos perdido contacto con nadie”.

Elías Barticevic agrega que “ese año cantamos en el Festival Mam, participamos en esta prueba, hubo participación en unas olimpiadas salesianas. Uno vivía en el colegio y hacía diferentes actividades, deportivas, producción, literatura, canto, movimientos sociales. Era un sistema educacional capaz de convidar a los estudiantes a participar en la vida pública, y los profesores eran capaces de tener una visión crítica de cómo era educarnos. Esa vez no tuvimos conciencia de lo que habíamos logrado, sino que lo vimos como una forma de divertirnos con los compañeros”, manifestó.

Todos destacan tanto la labor del profesor Bernales para liderar esta prueba como el compromiso de los padres y apoderados, que cumplieron todo tipo de tareas fundamentales para el éxito del desafío, que finalizó con tres estudiantes, porque el resto terminó vencido por el cansancio y los calambres. “Uno hacía tres vueltas, cinco minutos, por lo que, al principio, uno corría cada dos horas. Pero a medida que se iban desgastando los compañeros, ya no corrías cada dos horas, sino cada hora, media hora, y la última hora, corrimos en una hora más tiempo. Y yo fui el último que corrió y entregó la posta, pero al día siguiente no me podía mover”, rememora Barticevic.

Pero más allá de este hito, estaba el espíritu que los guiaba, aunque como menciona Barticevic, “no he vuelto al colegio. Una vez entré y vi una foto de un cura que tenía todo el colegio detrás y lo encontré horrendo y nunca más volví. Ya no tengo ningún vínculo, pero debo reconocer que tuvimos suerte que no nos topamos con cierto personaje y que tuvimos profesores como Herminio Bernales y otros, como Floridema Vera, que realmente dan una pauta, una orientación, una visión de lo que estaba pasando. Nuestro curso era muy político, parábamos las clases para hablar de lo que sucedía”, graficó junto a sus compañeros, una unión que se mantiene a 35 años de haber hecho historia.