Necrológicas

Más de un siglo de golf a orillas del estrecho de Magallanes

Martes 29 de Noviembre del 2022
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Victor Hernandez
Sociedad de escritores de Magallanes

 

De entrada reconocemos ante nuestros lectores, que escribimos esta semblanza motivados por tres ideas esenciales. Primero, la curiosidad que despierta en nosotros una organización que ha marcado época en la historia de la cultura de Magallanes. En nuestra niñez, escuchábamos anécdotas de boca de gente mayor, sobre la práctica de este exclusivo deporte a orillas del estrecho de Magallanes, a sólo cientos de metros de donde vivíamos. Nos parecía realmente extraordinario saber, que a unas cuadras de nuestra casa, existió en otros tiempos, el club de golf más austral del mundo.

Luego supimos que ese club se había marchado a otro sector de Punta Arenas. Tiempo después, nuevos y entusiastas jugadores habían proseguido con su historia repleta de trofeos, pero, principalmente, de amistad. Es aquí donde nace la segunda inquietud que mueve este relato. ¿Cómo es posible que una institución pequeña, cuyos integrantes practican un juego que pocos entienden, haya pervivido durante 105 años? ¿Qué encanto particular tiene el golf, un juego considerado elitista por muchos, que todavía se practica en la región? Y al mismo tiempo, en que hacemos este cuestionamiento, uno podría preguntarse: ¿Por qué otras disciplinas deportivas, que llegaron a tener cultores que prestigiaron a Magallanes a nivel nacional e incluso, en el extranjero, ahora casi no se practican? Dicho de otro modo, ¿Por qué se han extinguido deportes masivos que antes se ejercitaban con frecuencia aquí, en el austro? Percibimos, -y esperamos estar equivocados-, que hoy, cuando contamos con más infraestructura y recursos como nunca antes dispuso el rubro, se hace menos deporte en la región.

Esta discusión la tenemos a menudo con el amigo, profesor de historia, geografía y educación cívica, el escritor Ernesto Fernández de Cabo Arriado, autor de un esmerado libro sobre esta materia, “Magallanes Golf Club 100 años de historia”, quien además, regularmente nos brinda sus conocimientos sobre un deporte lleno de anglicismos, greens, links, bunkers. Y más allá de las discrepancias que sostenemos en muchos temas, -y es aquí donde subyace la tercera idea que sustenta a este escrito-, es que coincidimos en un concepto fundamental: la práctica del golf, principalmente en Punta Arenas ha logrado sobrevivir a las modas, a los cambios culturales y a las diversas transformaciones experimentadas por la sociedad magallánica en su conjunto durante más de una centuria. Más aún. Pareciera que nuevas generaciones han tomado el relevo de viejos cracks en una institución, que como el ave fénix, emprende en pleno siglo veintiuno, renovado vuelo.

Los orígenes

Es sabido que una de las mayores contribuciones en el mundo del antiguo imperio británico fue la difusión y la enseñanza de las modernas disciplinas deportivas como el fútbol, el tenis, el rugby, el boxeo, y también, el golf.

En Punta Arenas, los inmigrantes venidos principalmente de Escocia, hallaron similitudes entre el clima de Magallanes y el de las islas británicas, en particular, las condiciones del terreno, los fuertes vientos y la existencia de abundante agua dulce.

No es de extrañar entonces, que junto con propender a su tradicional inclinación de organizar instituciones educativas, sociales y deportivas, la comunidad británica afincada en el austro, creara también, alrededor de 1905, para la práctica de los suyos inicialmente, un club de golf cuyos integrantes se reunían en una improvisada cancha con varios hoyos, ubicada en los alrededores de la laguna de Patinar, en los faldeos del cerro de la Cruz, que denominaban como “Cancha de la Policía”. Al respecto, la revista Menéndez Behety en su edición de enero de 1933 puntualizaba nuestro comentario anterior, con la siguiente nota:

“Debe haber empezado este club alrededor de 1908 ó 1909 en que un reducido número de jugadores (menos de media docena) aprovecharon el terreno alrededor de la laguna de patinar que fue en aquel entonces potrero de la policía. Los señores E.T. Price y F.D. Paton trazaron los nueve hoyos que formaron los primeros “links”, como igualmente los actuales”.

Nuestro Premio Nacional de Historia, Mateo Martinic Beros, va mucho más lejos al sostener en su libro “Los británicos en la región de Magallanes” que el hallazgo de una fotografía tomada en 1894, presumiblemente en el lago del Toro, zona de Ultima Esperanza, en donde se observa a tres ganaderos británicos y, a uno de ellos, John Tweedie, con equipo de golf, sugiere la presencia de este juego o deporte en Magallanes desde fines del siglo XIX.

A su vez, el propio Ernesto Fernández de Cabo a través de la recuperación de dos manuales que tratan sobre la práctica de este juego, “The A.B.C. of Golf” de A.J. Robertson, texto editado en 1904 y “Hints on the game of Golf” de Horace G. Hutchinson, un libro de 1905, ambos firmados en 1912 y que pertenecían a B.H. Townsed, se nos revelan como documentos históricos, que coloca en evidencia la práctica del juego de golf en Magallanes, al menos, desde los albores del siglo XX. Fernández de Cabo fundamenta su punto de vista cuando en su libro nos comparte otro dato aclarador, una nota extraída del diario “The Magellan Times” del 4 de octubre de 1917. En aquella edición, se recuerda el informe anual de 1915 de cierto club de golf en donde se sostenía que, “el martes 24 de mayo de 1910 se reunieron los socios Foggie, Mac Donald, Paton, Sommerville y Price e hicieron entrega de distintos materiales, dando cuenta de saldo en el Banco por $51,60. Los asistentes se votaron como miembros del comité y quedó constituido éste. Se fijó la suscripción anual en la suma de $10 y con un costo de incorporación para los nuevos socios de $10”.

De lo anterior se desprende la noción, que a medida en que fueron aumentando las arcas de aquel club, surgió el interés común por dotar de personalidad jurídica a la organización y por obtener un bien raíz. Inicialmente, consiguieron reunir un capital de $60.000 pesos, dividido en 240 acciones de 250 pesos cada una, con el propósito de adquirir una cancha de 9 hoyos y 13 hectáreas, ubicada cuatro kilómetros al norte de Punta Arenas, en las inmediaciones de bahía Catalina. De esta manera, el 8 de octubre de 1917, en reunión efectuada en los salones del British Association, con asistencia de los señores Dundas, Ross, Saunders, Arentsen, France, Steward, Townsend, Cooke, L. Jacobs, A. Jacobs, Douglas, Guthrie, Gallie, Price y Paton, decidieron fundar oficialmente, el Magallanes Golf Club, lo que reflejó el diario de la comunidad británica afincada en el territorio “The Magellan Times” en su edición de 18 de octubre, que daba cuenta del hecho:

“Negociaciones para la adquisición de una cancha de golf han sido concluidas con éxito, y el club de Magallanes ha adquirido una parcela de campo cerca de la playa, de unas 10 hectáreas. De acuerdo a la opinión de expertos la cancha con sus bunkers de arena y diversos valles y hazards, es ideal y dentro de 2 años podrá competir con cualquiera otra cancha en la costa oeste de Sudamérica. Es la intención de la gerencia construir un Club House con agua potable, poner nuevos greens y hacer bunkers (el agua potable llega hasta el Lazareto en este momento). Han empezado con esta tarea ya con cercos y limpiando el terreno. La ayuda dada para este esfuerzo ha sido increíble. Más gratuita fue la ayuda dada por uno o dos señores quienes ni siquiera son jugadores”. Un año después, el 30 de octubre de 1918, la nueva institución conseguía con el decreto N°1.626 emitido por la dirección del tesoro, su ansiada personalidad jurídica.

Primera época

El Magallanes Golf Club contó durante varios períodos con algunos jugadores profesionales que impartieron clases, elevando el nivel de juego de los aficionados puntarenenses. Entre ellos destacó la figura del argentino Ramón Castillo, que había llegado procedente de Buenos Aires donde logró importantes victorias. Otro jugador que marcó un hito en los primeros años de vida del Magallanes Golf Club fue el funcionario del Banco Londres en Punta Arenas, John Innes Cruikshanks, quien diseñó la cancha del sector de bahía Catalina. Por razones laborales, se trasladó a Argentina donde alcanzó fama internacional. Campeón amateur de ese país, en 1923, 1925 y 1926, y ganador del abierto de Argentina en 1934, 1935 y 1936, fue jugador profesional del Olivos Country Club de Buenos Aires.

En sus comienzos, el club puntarenense estaba conformado exclusivamente por británicos. De 56 accionistas se llegó a 75 en poco tiempo. La revista Menéndez Behety en su análisis sobre las actividades del club en su edición Nº109, de enero de 1933, demostraba que los miembros de la institución sumaban en total 150 socios, de los cuales, 84 eran británicos.

Desde 1927 el club organizó el llamado campeonato anual de Magallanes con la modalidad match play, es decir, la lucha entre dos jugadores, uno contra otro, donde se impone el jugador que ha ganado más hoyos que los que falten para concluir el recorrido. Este tipo de competencia se mantuvo hasta 1968 y los ganadores fueron: D.P.M. Nielsen en la temporada 1927-28; Peter Maclean desde 1929 al 33; H. Reid Brown en 1934; G. Dunsmore en 1935; Kenneth Ross en 1936; nuevamente Peter Maclean entre 1937 y 1938; Eric Buchan en 1939; Saven Robson en 1940; Ben Oberlander en 1941; C. Quigley en 1942; A. Mittendorf en 1943; Kenneth Ross en 1944; Ben Oberlander en 1945. Luego de un intervalo de dos años, triunfó Arthur King en 1947. Hubo otro breve paréntesis en la edición de 1947-48, pero la competencia se reanudó en 1949 con victoria de L. Saunders; Arthur King triunfó en 1950, pero, después de un interregno de tres años, se impuso Eric Buchan en 1953, que repitió su éxito en 1954, 1956 y 1958, amagado sólo por la victoria de Saven Robson en 1955 y por el hecho que el torneo de 1957 se declaró pendiente, al igual que el de 1958-59. En la temporada de 1960 resultó vencedor Ernesto Mrugalski, con su primer triunfo de un total de ocho ocasiones en que se alzaría con el título de campeón. En 1961, sería el turno de Federico Horn; en 1962 y 1965 venció Daniel Alarcón, que tuvo un fuerte contrincante en Ray Newman quien se impuso en 1964 y 1966. La lucha entre estos últimos contendientes fue matizada por el logro de F. Gordon en 1963 y Norman Hartley con su victoria en 1967, precisamente en el  año en que el Magallanes Golf Club cumplía medio siglo de vida. 

Resulta interesante constatar la opinión de escritores e historiadores que conocieron la cancha ubicada en las proximidades de bahía Catalina. Uno de ellos, el argentino Héctor Farini Fynn, redactó sus impresiones en el libro “El Hoyo 19” (1940) que incorporó un breve capítulo sobre el Magallanes Golf Club.

“Sobre el camino que une Río Gallegos con Punta Arenas y a orillas, como ya he dicho, del estrecho que une los mares más extensos del planeta, está la cancha, de simpático aspecto y rodeada de un panorama de majestuosa grandeza. El Club-House es modesto pero confortable, y en él se reúnen los golfistas para tomar el té o… lo que haya que tomar. Una casita levantada a pocos pasos sirve de vestuario y para guardar los palos. Un rompe-vientos de varios metros de altura resguarda a los jugadores de los fuertes vientos propios de aquellas regiones”.

Farini detalla en su narración, el entorno que caracterizaba a nuestra ciudad a mediados del siglo XX y que podemos reconocer en los cuentos del volumen “El Vengador”, de Rosa de Amarante, o en la novela “Tierra de hombres” de Antoine de Saint Exupéry:

“Los barcos que recalan con frecuencia en Punta Arenas llevan a menudo golfistas pasajeros que tienen interés en jugar en la cancha más austral del mundo. Yo jugué en ella también: las aguas del estrecho lanzan sus espumas sobre aquellos hoyos, mientras las gaviotas baten sus alas sobre la cabeza del jugador, cerca, muy cerca de éste, familiarizadas ya con el ir y venir de seres humanos por aquella superficie. Una cruz pintada de blanco señala el punto en que se ahogó un jinete; desde cierta parte de la cancha se divisa la ciudad de Punta Arenas, con sus clásicos techos pintados de rojo; la vista se extiende sobre la inmensidad del Océano Pacífico; del otro lado, las montañas de Tierra del Fuego recortan sus picos agrestes en el horizonte”.

En 1953, el club contrató al famoso jugador chileno, ex campeón nacional y profesor de la especialidad, Hernán Duarte, con el objeto que dictara un curso de preparación teórico –práctico de un mes, que fue el punto de partida que sirvió de inspiración a descendientes de británicos, como también a muchos aficionados nacidos en Magallanes, y especialmente a mujeres, para que se enrolaran en el club. 

A esta nueva camada o generación de jugadores pertenecieron, entre otros, el ya mencionado Ernesto Mrugalski, Daniel Alarcón, Cornelio Saavedra, Germán Balbontín, Fernando Soto, y las jugadoras Doris Hardy, Florence Stuart, Teté Ferrada, Daphne Hamann, Jean Bell, Sara Sallato, Natalie Reulet, Patricia Fell, y Nadica Skarmeta.

Entre los años 1957 y 58 se efectuaron algunas mejoras de infraestructura en el campo. Gracias a las gestiones de Ernesto Mrugalski se logró obtener luz eléctrica en el club, mediante el empalme de tuberías plásticas desde el frigorífico Simunovic que se encontraba a pocas cuadras de la institución. Dos años más tarde, se consiguió habilitar por medio de una cañería, el agua potable.

Como veremos en detalle en la segunda parte de esta secuencia, en 1965, el directorio del Magallanes Golf Club recibió una invitación de la compañía Chilectra de Santiago, para que entregara cuatro jugadores al Sokol Yugoslavo con miras a la realización de un match entre ambos equipos. Fue el comienzo de los llamados encuentros interclubes, que cobrarían fama en las décadas siguientes. En esta ocasión, el club puntarenense seleccionó a los jugadores Arthur King, Claude Hardy, Daniel Alarcón y Ernesto Mrugalski en una competencia desarrollada en el Sport Francés, en Santiago, los días 22 y 23 de mayo de ese año. En la categoría individual triunfó Ernesto Mrugalski; en tanto, en el segundo lugar, se ubicaron empatados Daniel Alarcón y el santiaguino Eugenio Olivares. 

El diario El Mercurio aprovechó la oportunidad para entrevistar al capitán de los magallánicos, Ernesto Mrugalski, cuyas reflexiones se publicaron con el título “Golf junto al estrecho de Magallanes”. 

“Son muchos los inconvenientes que debemos salvar para jugar golf en nuestra tierra, pero esa pasión que el golf despierta en quienes se dedican a su práctica, supera todas las dificultades. Para desarrollar el juego mismo, el viento es obstáculo más serio y es así como tratamos de sortearlo con golpes rasantes. Para quien juega por primera vez, el viento puede resultar insuperable.

Tenemos planes para ampliar el club. Somos optimistas para mirar el futuro del golf en nuestro medio ya que no todos son inconvenientes. En efecto, esta afición resulta de costo muy bajo. Los socios de los clubes de Santiago envidiarían nuestras cuotas sociales. Lo que ocurre es que muchos gastos los salvamos en forma muy práctica. Ahí está, por ejemplo, el corte del pasto: un problema serio en todas partes. Nosotros lo hacemos pidiendo tres días antes un rebaño de quinientas ovejas a una hacienda vecina… su apetito da cuenta del pasto y los fairways quedan en inmejorables condiciones”.

El 8 de octubre de 1967 el Magallanes Golf Club cumplió sus bodas de oro agasajando a sus socios con un asado al palo. El directorio que lideraba Germán Balbontín Welkner, ya proyectaba el traslado del club a otro lugar de la ciudad.