Putin contra el mundo
La tercera guerra mundial podría haber empezado. Todavía no lo sabemos. A lo mejor, simplemente no es cierto y no estamos frente a un conflicto planetario inminente. No hay cómo saberlo. Desde el siglo pasado, las grandes conflagraciones han estallado casi por accidente. La muerte del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, en 1914, se convirtió en la Gran Guerra semanas después. Para Estados Unidos, la Segunda Guerra Mundial no partió con la invasión de Polonia en 1939, sino más de dos años después, tras el bombardeo japonés de Perl Harbor, el 7 de diciembre de 1941.
Los primeros combates de la tercera guerra mundial podrían ser los de la “operación militar especial”, emprendida por Vladimir Putin. Un año después, se ha convertido en algo mayor. Las señales son inquietantes: la semana pasada, el nivel de involucramiento de Estados Unidos y la Unión Europea subió bruscamente, mientras que Rusia, que prepara su ofensiva de primavera, anunció la suspensión del tratado Start 3, de control de armas nucleares, y ha ganado el apoyo explícito de China.
El duro invierno, marcado en Ucrania por la falta de combustible para la calefacción casera, ha sido también una época de acumulación de fuerzas a lado y lado de la frontera con Rusia. El país de Volodimir Zelenski, que ha recibido un sólido apoyo de occidente, contará ahora con el arsenal más poderoso del mundo: súper-tanques, drones y misiles de largo alcance.
El fracaso inicial de Putin, podría convertirse en una demostración de que la antigua superpotencia moscovita, ha perdido el filo de sus garras. Cuando se derrumbó la Unión Soviética, en 1989, su capacidad era indiscutida. Hoy no se ve tan claro el panorama.
El único que no parece creerlo así es Putin.
En discurso en el cual “se aferró al terror nuclear”, según el corresponsal de ABC en Moscú, arremetió contra Occidente y contra “el régimen neo-nazi” de Zelenski. Durante su exposición de una hora tres cuartos en el Parlamento ruso, sostuvo que la guerra no la inició Rusia, sino Ucrania, amenazó con reanudar los ensayos nucleares si occidente lo hace primero.
No fue su única intervención. El jueves pasado, en el Día del Defensor de la Patria, anunció el emplazamiento de misiles intercontinentales pesados Sarmat y la entrega masiva de misiles hipersónicos a las Fuerzas Armadas. Este día, subrayó, “encarna nuestro profundo reconocimiento a los hijos e hijas fieles a la Patria, a todos los que combatieron abnegadamente contra el enemigo por el suelo patrio, por su pueblo, superaron con dignidad todas las pruebas y trajeron la victoria tras destruir las invasiones enemigas”.
Lo que no mencionó fue la frustración de las tropas rusas, que no lograron el avance fulminante que se proyectó al costo de enormes pérdidas de vidas y el exilio voluntario de cientos de eventuales reclutas. Tampoco mencionó el fortalecimiento inimaginado de la Otan, que crecerá con la presencia de los países escandinavos y de la propia Ucrania. Ni, menos, la voluminosa ayuda en equipos y entrenamiento de hombres que recibirá Ucrania este año.
Por si fuera poco, luego de la reunión de seguridad, en Munich en que se anunciaron estos refuerzos, se produjo el sorpresivo viaje de Joe Biden a Kiev en una operación ultra-secreta. Su mensaje fue de total apoyo: “Kiev sigue fuerte, orgullosa y libre”.
La guerra no ha empezado oficialmente, pero podría estar incubándose.