Boric, entre promesas incumplidas a los magallánicos y sin legado para la región
Justicia dentro de lo posible. Es la frase más manida por la que suele recordarse y resumirse al gobierno de Patricio Aylwin.
Pues bien, sus detractores, principalmente del mundo de la izquierda y de las agrupaciones de derechos humanos, siguen criticando la decisión adoptada por el jerarca democratacristiano y cuestionando hasta qué punto el gobierno de transición no pudo o no quiso avanzar más en materia de esclarecimiento de las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la dictadura y, consiguientemente, en justicia.
Hoy muchos de quienes mantienen su objeción radical a Aylwin están en el gobierno y/o lo sostienen ideológica o anímicamente.
La paradoja es que, 34 años después, la administración Boric – con todo y polera festinando el asesinato de Jaime Guzmán- ha acuñado una frase similar: reformas estructurales dentro de lo posible.
Innegable fue el ánimo refundador del Frente Amplio y sus promesas de cambiarlo todo y hacerlo en forma profunda. Ello, avalado, en gran parte, por el amplio respaldo ciudadano al proceso constituyente.
Si hay un pecado de esta muchachada voluntariosa es no saber leer los signos de los tiempos.
Esta vez, no se trató de la amenaza real o imaginaria de un nuevo golpe de Estado por parte de los militares. La correlación de fuerzas desfavorables en el Congreso es la primera causa y un pueblo que teme a la polarización, la segunda (amén de la profunda transformación de la médula de los chilenos, lo que se puede resumir así: pobres y sin casa, pero defensores a ultranza de la propiedad privada).
Las promesas incumplidas
El pasado lunes, Boric cumplió dos años en el poder. Balances ha habido muchos. La pregunta es: ¿Qué queda de aquella euforia expresada en una multitud peregrinando hasta el árbol de avenida Colón?
Poco. Reconocido por el mismo mandatario, errónea fue la apuesta de vincular su administración al resultado constitucional. Sólo recordar la suerte de inmovilidad de los primeros meses a la espera del plebiscito del 4 de septiembre. Ahí se perdió, en la práctica, el primer año.
A nivel regional, sigue quedando el orgullo de que quien está sentado en La Moneda es un magallánico. Pero, revisando sus mensajes, cuentas públicas y anuncios efectuados en sus visitas a la zona, la conclusión es que está al debe con la región.
Para muestra, sólo recordar dos anuncios: la recuperación de la Casa de los Derechos Humanos y el Establecimiento de Larga Estadía para Adultos Mayores en Puerto Natales.
La casona de Av. Colón 636 sigue cerrada, so pretexto de riesgos y debilitamiento de su estructura. Hay un proyecto en curso en tal sentido y demasiada desunión entre las agrupaciones de derechos humanos respecto de qué hacer con el principal centro de detención y tortura de Punta Arenas.
¡Ni hablar del Eleam en suelo natalino!
Ahora, el balance bianual busca salvar el momento apelando al millonario convenio de programación entre el ministerio de Obras Públicas y el gobierno regional, como si fuera inédito. Cabe recordar que esta herramienta es usada en Magallanes desde las postrimerías del gobierno de Lagos, representado en la zona por el entonces intendente Jaime Jelincic.
Allí surgió el convenio de Salud, que posibilitó la construcción del Hospital Clínico, por ejemplo.
Un gobierno preocupado por su legado busca demostrar logros a nivel regional. Más allá de las 40 horas, el copago cero y otros avances que benefician a los habitantes de todo el país, la cuestión ahora es desentrañar si la procedencia magallánica del Jefe de Estado implica sí o sí que tiene que hacer un gesto importante a favor de su región.
El problema para Boric es que los magallánicos esperan que ello sea así.
Ante esto, sus representantes buscan asirse de algo y, para este segundo tiempo, ya han expresado que el “gran legado” será el Plan Especial de Desarrollo de Zonas Extremas. Esto abre justas interrogantes porque ya Bachelet y, aunque en menor medida, el finado Piñera también entregaron millonarios recursos a nuestra zona a través de esta vía en las administraciones anteriores.
Por lo demás, el nuevo Pedze sería más obra y mérito del gobernador regional, Jorge Flies, que de la administración Boric.
¿Qué esperar para el segundo período?
Como los dos primeros años han sido, más bien, tibios -al estilo de la justicia en la medida de lo posible de Aylwin-, ahora se plantea que se debe esperar que algo mejor pase durante este segundo tiempo de la administración frenteamplista.
Si bien producto de la cultura judeocristiana los chilenos damos una connotación positiva a la palabra “esperanza”, a lo largo de la historia renombrados hombres han advertido lo necio que resulta esperar al tener un concepto más bien negativo de este concepto.
“Una insensata consejera”, decía Platón y Benjamín Franklin, con una visión realista, sostenía que “el hombre que vive de esperanzas corre el riesgo de morirse de hambre”.
Lo único claro es que este gobierno no pasará a la historia como una administración transformadora. ¿Habrá reformas? Sí, pero dentro de lo posible y, seguramente, no serán estructurales.
¿Se avanzará? Sí, pero no como anhelaron los y las ideólogas del gobierno de Boric -incluido, el magallánico mismo-.
Ni nueva Constitución ni posibilidad de perpetuarse en el poder. Todo por tener nula capacidad de diálogo y por no entender que el poder -si no se toma por la fuerza ni se ejerce autoritariamente o contraviniendo el ordenamiento institucional- requiere de una palabra que también ha sido altamente cuestionada en el mundo de esta nueva izquierda: consensos.
¿Habrá legado que favorezca a Magallanes? Todo apunta a que Boric no dejará ninguna herencia a los suyos.